martes, 12 de marzo de 2013

España Invertebrada. Segunda Parte. Épocas "Kitra" y épocas "Kali".

En el anterior post ya señalamos que en este punto Ortega, sin concluir el análisis de los conceptos de “masas” y “hombres mejores”  -que se prolongará durante prácticamente toda la segunda parte-  abandona momentáneamente España, e introduce una disquisición fundamental –que abarca varios puntos más-  en el hilo expositivo de la obra para una adecuada comprensión de los mismos.  Y es aquí, en el tratamiento de estas cuestiones, dónde podemos apreciar de modo más notable en “España Invertebrada” la influencia filosófica de Nietzsche (1844-1900) – filólogo y filósofo alemán-. Ahora bien, no nos detendremos en ello ni siquiera para reseñarlo,  puesto que la tarea que nos ocupa en esta entrada no es esa, sin embargo es un dato muy importante que no podíamos dejar de mencionar[1]. Con épocas “Kitra” y épocas “Kali” Ortega, aunque desde una perspectiva más amplia, vuelve al análisis de la estructura de la sociedad en relación a los conceptos de “masa” y “minoría excelente”, análisis que prolongará en sucesivos apartados, y por ende, nosotros en las próximas entradas.
Ortega y Gasset insiste en que, cuando la masa no se quiere dejar influir por los mejores y sigue sin estar dispuesta a la humilde actitud de escuchar, cuanto más se la quiera adoctrinar, más herméticamente cerrará sus oídos y con mayor violencia pisoteará a los predicadores. A juicio del autor, eso sólo cambiará cuando la masa sufra en sus propias carnes las consecuencias de su desviación moral: “Así ha sucedido siempre” afirmará. Insiste en que las épocas de DECADENCIA son las épocas en que la minoría directora de un pueblo  -LA ARISTOCRACIA[2]-  ha perdido sus cualidades de excelencia que produjeron su elevación. Contra esa aristocracia ineficaz y corrompida  se rebela la masa justamente, pero confundiendo las cosas, generaliza sus errores y en vez de sustituirla por otra más virtuosa, tiende a eliminar todo intento aristocrático. Se llega a creer que es posible la existencia social sin minoría excelente, más aún: se construyen teorías políticas e históricas que presentan como ideal una sociedad exenta de aristocracia. Como esto es imposible prácticamente, la nación sigue con su acelerado proceso de decadencia. Las masas de los distintos grupos o clases sociales -un día la burguesía, otro la milicia, otro el proletariado…- ensayan vanas panaceas de buen gobierno que en su simplicidad mental imaginaban poseer, así al actuar, al llevarlas a la práctica, experimentan el fracaso de sí mismas, dándose cuenta de que las cosas son más complicadas de lo que creían, y que no son ellas las llamadas a dirigirlas.
 De este modo, Ortega afirma que: “Paralelamente a este fracaso político padecen en su vida privada los resultados de la desorganización. La seguridad pública peligra; la economía privada se debilita; todo se vuelve angustioso y desesperante; no hay donde tornar la mirada en busca de socorro. Cuando la sensibilidad colectiva llega a esta sazón, suele iniciarse una nueva época histórica. El dolor y el fracaso crean en las masas una nueva actitud de sincera humildad, que les hace volver la espalda a todas aquellas ilusiones y teorías antiaristocráticas. Cesa el rencor contra la minoría eminente. Se reconoce la necesidad de su intervención específica en la convivencia social. De esta suerte, aquel ciclo histórico se cierra y vuelve a abrirse otro. Comienza un periodo en que se va a formar una nueva aristocracia.[3]España Invertebrada.
El filósofo madrileño piensa que hay en la historia una perenne sucesión alternada de dos clases de épocas en todo pueblo: épocas de formación de aristocracia y con ellas de sociedad; y otras de decadencia de esas aristocracias y con ellas disolución de la sociedad; o lo que es lo mismo, en la cultura india que Ortega toma como ejemplo -por lo marcado de sus castas-, con épocas Kitra se refiere a la primera clase y con épocas Kali a la segunda. El autor se centra en la segunda clase  explicándonos como a los hombres de una época Kali les irrita sobremanera la idea de las castas[4] -entendámoslo como clases sociales – considerando además, que estamos ante un pensamiento profundo y certero. Dos elementos muy distintos y de valor desigual se unen en él, a saber:
Por un lado, la idea de la organización social en castas significa el convencimiento de que la sociedad tiene una estructura propia que consiste objetivamente, queramos o no, en una JERARQUÍA DE FUNCIONES. Por ello, tan absurdo es ignorar que la tierra tiene norte y sur como ignorar la existencia de una contextura esencial a toda sociedad, consistente en un sistema jerárquico de funciones colectivas. Mientras que el otro elemento que, infiltrándose en el primero forma el concepto de casta, proviene del criterio para distinguir qué individuos deben ejercer esas diferentes funciones: “El indo, dominado por una interpretación mágica de la naturaleza, cree que la capacidad para ejercer una función va adscrita, como mística gracia, a la sangre. Sólo podrá ser buen guerrero el hijo del guerrero y buen hortelano el hijo del hortelano. Los individuos son pues, repartidos en los diversos rangos en virtud de un principio genealógico, de herencia sanguínea.” España Invertebrada.
Ahora bien considera Ortega, si eliminamos ese principio mágico que sirve de criterio para el régimen de castas, nos queda una concepción de la sociedad más profunda y trascendente que las más prestigiosas de la modernidad. No obstante, la ideología política moderna ha estado dirigida por una inspiración no menos mágica que la asiática, aunque de signo inverso: “Se pretende que la sociedad sea según a nosotros se nos antoja que debe ser. ¡Como si ella no tuviera su inmutable estructura o esperase a recibirla de nuestro deseo! Todo el utopismo moderno es magia.” España Invertebrada.  Y finaliza: “No pasará mucho tiempo sin que el gesto de Kant[5], decretando cómo debe ser la sociedad, parezca a todos un torpe ademán mágico.”
Próximo post: La magia del “debe ser”.


[1] La nota va dirigida principalmente al lector cuya familiaridad con la filosofía es escasa o nula. Es indudable la importancia del pensamiento de Nietzsche al respecto y las influencias de éste en la concepción de Ortega, por lo que penetrar, aunque fuera mínimamente en el mismo, sería lo más adecuado para tener una “visión” completa de tales conceptos. Ahora bien, ello supondría desviarnos ligeramente del objetivo, bien alargando algunas entradas, bien dedicando exclusivamente algún post a dicha tarea que, por otra parte, no consideramos que sea necesario para las modestas pretensiones de este blog, ni siquiera para la comprensión de la obra por parte de ese lector no especializado.
[2] Con “Aristocracia” Ortega, al igual que Nietzsche, no se refiere precisamente y exclusivamente a la clase social en sí misma, sino más bien, a la clase de los mejores cualitativamente. En la siguiente nota a pie de página Ortega puntualiza la cuestión de un modo más claro.
[3] Ortega puntualiza: “Todo este proceso se desarrolla, no sólo, ni siquiera principalmente en el orden político, sino que las ideas de aristocracia y masa han de entenderse referidas a todas las formas de relación interindividual. Cuando la subversión moral de la masa contra la minoría mejor llega a la política, ya ha recorrido todo el cuerpo social”.
[4] Cabe decir que el concepto de “Casta” es más profundo y distinto, al moderno concepto de ”Clase social”, sin embargo ahora no consideramos pertinente detallar esta distinción. La de Ortega es análoga a la concepción nietzscheana y weberiana –relativa a Max Weber (1864-1920), filósofo, sociólogo, economista e historiador alemán.-, ahora bien, como ya hemos dicho, no entraremos en los pormenores de la cuestión porque la tarea que nos ocupa es otra.
[5] Immanuel Kant (1724-1804); filósofo ilustrado prusiano, defensor del racionalismo moral y primer filósofo que formula una ética formal –del deber-, aportando un criterio o ideal regulador para la acción del hombre. Esto es, aporta un criterio moral de cómo debe comportarse el hombre en sociedad.