miércoles, 13 de febrero de 2013

España Invertebrada. Primera parte. Acción directa.

En el anterior post explicábamos como Ortega entendía el particularismo de las clases sociales y/o gremios, quedando  muy bien ejemplificado en la exposición que éste realiza del caso del ejército –grupo militar-.  El filósofo madrileño afirmaba, en clara referencia a ese particularismo de las clases sociales descrito que, España es una estructura  articulada  por “compartimentos estancos”  más bien no-articulada-  en la que cada clase, gremio o grupo se plegaba sobre sí mismo, hermetizándose y desentendiéndose por completo del resto de grupos, clases, gremios…actitud ésta, que llevaba a cada grupo a querer imponer directamente su voluntad al resto, o lo que es lo mismo: el particularismo llevaba inexorablemente a la acción directa. En este último post sobre la primera parte de “España Invertebrada”analizaremos primeramente, de acuerdo con Ortega, el concepto de ACCIÓN DIRECTA, análisis en el que vuelve a salir a la palestra la cuestión de la clase política[1]; y a continuación, en segundo lugar, como ejemplo interesante de este concepto -y que nuestro autor también, de modo breve, desarrolla en su obra-  expondremos a grandes rasgos, sin concretar ningún caso en particular, una serie de hechos acaecidos a lo largo del siglo XIX conocidos como los “PRONUNCIAMIENTOS” militares –recurriendo de nuevo al grupo militar como ejemplo significativo-.
1.ACCIÓN DIRECTA:
Ortega subraya que el particularismo se presenta siempre que en una clase o gremio, por la razón que sea, se produce la ilusión intelectual de creer que los demás  no existen como plenas realidades sociales, o cuando menos, no merecen existir: “…particularismo es aquel estado de espíritu en que creemos no tener por qué contar con los demás. Unas veces por excesiva estimación de nosotros mismos, otras por excesivo menosprecio del prójimo, perdemos la noción de nuestros propios límites y comenzamos a sentirnos todos independientes”. España Invertebrada. Pensamos que no necesitamos de los demás cuando en realidad hay una interdependencia. Ahora bien, una nación es a la postre, una ingente comunidad de individuos y grupos que cuentan los unos con los otros, pero este contar con el prójimo no implica necesariamente simpatía hacia él. De acuerdo con Ortega, en estados normales de nacionalización, cuando una clase desea algo para sí, trata de alcanzarlo buscando previamente un acuerdo con los demás. Se cree obligada a obtenerlo a través de la voluntad general recibiendo de ella la consagración de la legalidad. Tal esfuerzo para convencer a los demás y obtener de ellos que acepten nuestra particular aspiración es la ACCIÓN LEGAL.  Evidentemente, esta función de contar con los demás tiene sus órganos peculiares: las  instituciones públicas, tendidas entre individuos y grupos como resortes de la solidaridad nacional.
Eso es lo normal, ahora bien, en el caso concreto de España, cualquier clase o gremio está atacado de particularismo y se siente humillado cuando piensa que para lograr sus deseos necesita recurrir a esas instituciones u órganos públicos del contar con los demás, de ahí su repugnancia cuando tienen que solicitar una gracia para el cumplimiento de sus deseos particulares al parlamento. Repugnancia que suele disfrazarse de desprecio hacia los políticos -lo cual es una apariencia según Ortega-, y que es extensible a todas las clases y gremios españoles. Parece que los políticos  -la clase política- son los únicos españoles que no cumplen con su deber, ni gozan de las cualidades para cumplir con el mismo, mientras que el resto de grupos, clases o gremios están muy bien dotados, pero ven anuladas sus virtudes y talentos por la fatal intervención de esa clase tan perversa, mal dotada e interesada que son los políticos –independientemente de la buena o mala dotación de los individuos que pertenecen a unos gremios u otros, la cuestión no se reduce únicamente a eso, sino que es más profunda -.
 Ahora bien se pregunta Ortega, si eso fuera verdad… “¿Por qué España, pueblo de tan perfectos electores, se obstina en no sustituir a esos perversos elegidos?”. Esa actitud de rechazo es aparente, es pura hipocresía e insinceridad: “Poco más o menos, ningún gremio nacional puede echar nada en cara a los demás. Allá se van unos y otros en ineptitud, incultura, falta de generosidad y ambiciones fantásticas”. España Invertebrada. Nuestro autor considera que los políticos –a principios del siglo XX- son fiel reflejo de los vicios étnicos de España, y aún son un punto menos malos que el resto de nuestra sociedad[2]. Es más, reconoce que hay muchas causas justificadas de la repugnancia que las demás clases o gremios sienten hacia el gremio de los políticos, pero para él, la causa decisiva es que este gremio simboliza la necesidad de contar con los demás en la que está toda clase. Por ello se odia al político más que como gobernante, como parlamentario, ya que el PARLAMENTO es el órgano de la convivencia nacional, demostrativo de trato y acuerdo entre iguales. Y eso es lo que hoy en secreto, afirma Ortega, produce irritación en las conciencias de clase en España: tener que contar con los demás, a quienes en el fondo se desprecia u odia. “La única forma de actividad pública que al presente, por debajo de palabras convencionales satisface a cada clase, es la imposición inmediata de su señera voluntad; en suma, la acción directa[3]”. España Invertebrada.
En definitiva el autor incide en que: “Acción directa podríamos llamar a toda acción que se hace hoy día en asuntos públicos en España y su intensidad depende de la fuerza material con la que cada gremio cuenta”. España Invertebrada.  Es decir, en España el particularismo de las clases sociales o gremios, no es de orden racional, sino de orden emotivo y espontáneo. Cada grupo se considera como el todo social  por desprecio del otro, por un exceso de egoísmo y prepotencia o por ambas cosas a la vez. Ese es el estado de conciencia según Ortega, que actúa en su época en el subsuelo espiritual de casi todas las clases españolas.
2.PRONUNCIAMIENTOS:
Ortega y Gasset piensa que la acción directa y la cerrazón mental - considera que el no contar con los demás, tiene su causa inmediata en una falta de inteligencia y de perspicacia, cuanto más torpes y cortos de miras seamos, con más facilidad nos olvidamos de que el otro existe- de la que proviene, se presentan ya en nuestra historia del siglo XIX, pero a menor escala, en aquel fenómeno tan “castizo" -como lo denomina-  conocido como los PRONUNCIAMIENTOS. Dicho fenómeno, como ya hemos mencionado anteriormente, le sirve como ejemplo significativo del concepto de acción directa expuesto, ahora bien, nuestro autor se limita a explicar varios rasgos de los “Pronunciamientos” militares que vienen al caso, no se adentra pues en su psicología.
El filósofo madrileño, nos explica que aquellos coroneles y generales que se pronunciaron, heróicos a la par que ingenuos, cerrados de mollera, estaban convencidos de su “idea”. Ahora bien, convencidos, pero no como una persona normal sino como lo está un imbécil o un loco, esto es; como aquel que una vez que se ha convencido de algo al mismo tiempo cree que están convencidos de ello todos los demás mortales, y por tanto, no cree necesario intentar persuadir a los demás poniendo los medios oportunos, sino que le basta con “proclamar o pronunciar su  opinión” como la absoluta verdad, repercutiendo en todos aquellos que no sean miserables o perversos. De este modo aquellos coroneles y generales  -“Los pronunciados”- pensaron que dando el grito en su cuartel el resto de España iba a responder a la llamada. Consecuencia de ello fue que los conspiradores no se preocuparan de preparar fuerzas auxiliares por si acaso, sino que daban por hecho el triunfo, jamás pensaron que fuera necesario luchar, teniendo fe ciega en que casi todo el mundo, en secreto, opinara como ellos. Es por eso que creían en el efecto mágico de “Pronunciar una frase” tras la que todo el mundo les seguiría, tomando de esta forma el PODER PÚBLICO sin tener que luchar.
Ahora bien, con respecto a ello Ortega reseña que, para que no hayan malinterpretaciones no hay que entender que la inquietud particularista descrita en estas páginas haya engendrado un ambiente de feroz lucha entre unas clases –o gremios-  y otros, sino que por desgracia ha ocurrido todo lo contrario: hay disociación, pero lo que podía hacerla fecunda, que no es otra que una impetuosa voluntad de lucha y de combate para llevarnos a una recomposición, falta por completo. Porque como cada clase tiene el convencimiento del loco, y se cree victoriosa de antemano como se ha dicho anteriormente, no reconoce la existencia de ningún enemigo y  por lo tanto, si hay alguna oposición, no es una fuerza poderosa, peligrosa, y por ello respetable, que pudiésemos considerar como un enemigo. Esto implica consecuentemente no necesitar aunar colaboraciones y  fuerzas a través de la persuasión, la dialéctica, la astucia y la cordialidad. Así tomará posesión de lo conquistado, por vía directaEn conclusión, Ortega y Gasset considera que casi todos los movimientos políticos de los últimos años en España reproducen esos caracteres de los “pronunciamientos”. La acción directa en suma, es la táctica del victorioso, no la del luchador o combatiente –que son actitudes totalmente divergentes-. Como ejemplos de acción directa, el autor también menciona brevemente dos movimientos más:  uno de ellos, el intento de revolución en 1917 de republicanos, socialistas y obreros, también conocida como “La crisis de 1917”, y el otro, “El Maurismo”. Ahora bien, no nos vamos a detener en los mismos porque consideramos que con la exposición del ejemplo de los pronunciamientos es suficiente para ilustrar el concepto que aquí se trata, por lo que no vemos necesario ni conveniente desarrollar el post como una batería de ejemplos. Con ello acabamos el análisis y exposición de la primera parte de “España Invertebrada”, sin embargo cabe puntualizar que, antes de dar paso al desarrollo de la segunda parte: “La ausencia de los mejores”, en la próxima entrada, llevaremos a cabo -siguiendo a Ortega-  una serie de reflexiones sobre la primera parte de la obra.
Próximo post: España Invertebrada. Primera Parte. Particularismo y acción directa: Reflexiones finales.


[1] Cuestión que en estos días –principios del siglo XXI-,  también resultará familiar al lector, no sólo por la buena o mala gestión llevada a cabo por este gremio, sino mayormente, por el “fenómeno” complejo de la corrupción, que tanto protagonismo ha adquirido en la actualidad.  Ahora bien, conviene dejar al margen la inevitable comparación que pueda surgir acerca de prácticas corruptas en el seno de dicha clase en una  época  y otra, es decir;  plantearse si a principios del siglo pasado se daban o no, y si se daban, en qué grado y de qué modo se daban entonces. Es más, incidir en esa cuestión implica tener que definir aquello que sea “la corrupción”, y Ortega, creo, ni le interesa, ni tiene ninguna intención de hacerlo en el desarrollo del libro. Estas cuestiones son superficiales, incluso innecesarias para la tarea que lleva a cabo en esta obra. Las alude desde la lejanía, pero ni siquiera se detiene a precisarlas.
[2] Con respecto a ello Ortega afirma que: “Estos días asistimos a la catástrofe sobrevenida en la economía española por la torpeza y la inmoralidad de nuestros industriales y financieros. Por grandes que sean la incompetencia y desaprensión de los políticos, ¿quién puede dudar que los banqueros, negociantes y productores les ganan el campeonato?” España Invertebrada.

[3] Ortega subraya que este término fue acuñado para denominar cierta táctica de la clase obrera.   “Los obreros llegaron a la idea de semejante táctica por un lógico desarrollo de su actitud particularista; es decir, insolidarios de la sociedad actual, consideran que las demás clases sociales no tienen derecho a existir por ser parasitarias, esto es, antisociales. Ellos, los obreros, no son una parte de la sociedad, sino que son el verdadero todo social, el único que tiene derecho a una legítima existencia política. Dueños de la realidad pública, nadie puede impedirles que se apoderen directamente de lo que es suyo. La acción indirecta o parlamentarismo, equivale a pactar con los usurpadores, es decir, con quienes no tienen legítima existencia social”. España Invertebrada. Ahora bien, el particularismo obrerista procede de una teoría, y por lo tanto es un fenómeno histórico muy distinto del particularismo espontáneo y emotivo que Ortega atribuye a las clases sociales en España. Por ser aquel teórico, de orden racional, como la geometría o el darwinismo, puede existir en todos los pueblos cualquiera que sea la densidad de su cohesión. El particularismo obrerista no es pues, un fenómeno peculiar de España; lo es, en cambio, el particularismo del industrial, del militar, aristócrata, empleado…

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