Analizado en el anterior post el concepto de particularismo y, expuesta la tesis de Ortega acerca del nacionalismo como un caso específico de particularismo más general existente en toda España, en esta entrada, como ya anticipamos, el filósofo madrileño demuestra de un modo más contundente dicha tesis, analizando otro fenómeno característico de nuestro pueblo que no tiene nada que ver con regiones, pueblos y razas: El particularismo de las clases sociales. Dicho fenómeno lo expondremos en dos partes, en primer lugar hablaremos del “particularismo de las clases sociales” propiamente dicho - o compartimentos estancos-; y en segundo lugar, expondremos como ejemplo fundamental de ese particularismo gremial el caso del grupo militar -el ejército-, gremio que nuestro autor considera clave en nuestra historia[1].
1.COMPARTIMENTOS ESTANCOS:
De acuerdo con Ortega, el proceso de incorporación -unificación- en que se organiza una gran sociedad articulada por grupos étnicos o políticos diversos implica que; conforme ese “cuerpo nacional” crece y se complican sus necesidades, surge el contrapunto de un proceso diferenciador que divide al mismo en clases, grupos profesionales, oficios, gremios…esto es, en diversas agrupaciones de individuos asociadas en razón de prácticas y/o actividades comunes. Con respecto a los grupos étnicos incorporados, éstos ya existían como todos independientes antes de la incorporación, en cambio las clases y los grupos profesionales nacen ya como partes de ese todo -o cuerpo nacional-, por tanto no podrían subsistir por sí solos, necesitan de las demás partes y en definitiva, ser partes inseparables de una estructura -el cuerpo público- que los envuelve y lleva. Por eso, y de acuerdo con Ortega: “Habrá, por tanto, salud nacional en la medida que cada una de estas clases y gremios tenga viva conciencia de que es ella meramente un trozo inseparable, un miembro del cuerpo público” España Invertebrada. Por ejemplo: El industrial necesita del productor de materias primas, del comprador y distribuidor de sus productos, del gobernante que legisla en materia comercial etc…Ahora bien, todo oficio u ocupación trae consigo una tendencia inercial –que por otra parte, es normal- a encerrarse cada vez más en sus propias preocupaciones y hábitos gremiales, por ello, un abandono total a sus inclinaciones implicaría perder toda sensibilidad por la interdependencia social y la disciplina mutua que se imponen los gremios al ejercer presión los unos sobre los otros. De ahí la necesidad de que cada clase y/o gremio, mantenga la conciencia de que hay otras de cuya cooperación necesitan, tan respetables como la suya propia -y si sus hábitos no se toleran en parte, por lo menos han de ser conocidos-. Ahora bien: ¿Cómo se mantiene despierta esta corriente profunda de solidaridad y cooperación?
La convivencia nacional –Ortega insiste continuamente en este punto- es una realidad activa y dinámica, no es coexistencia pasiva y estática. La nacionalización – proceso de formación de una nación- se produce en torno a grandes y sugestivas empresas de futuro que exigen de todas las partes disciplina y mutuo aprovechamiento para sacar el máximo rendimiento. De hecho Ortega lo ejemplifica de un modo muy claro: “En tiempo de guerra, cada ciudadano parece quebrar el recinto hermético de sus preocupaciones exclusivistas, y agudizada su sensibilidad por el todo social, emplea no poco esfuerzo mental en pasar revista, una vez y otra, a lo que puede esperarse de las demás clases y profesiones. Advierte entonces con dramática evidencia la angostura de su gremio, la escasez de sus posibilidades y la radical dependencia de los restantes en que, sin notarlo, se hallaba”. España Invertebrada. Esta cualidad que en tiempo de guerra se manifiesta de modo superlativo, que queda registrado de un modo más patente, nuestro autor la llama: “Elasticidad social” -aunque esta manifestación no es el resultado exclusivo de dichas condiciones-. Por tanto, y en un nivel psicológico, gracias a esta elasticidad social la vida de cada individuo queda multiplicada por la de todos los demás. No se despilfarran energías sino que se aprovechan al máximo ya que todo esfuerzo repercute en amplias ondas de transmisión psicológica.Teniendo ésto en cuenta, Ortega y Gasset deja claro que, no es necesario ni importante que las partes de un todo social coincidan en sus deseos y sus ideas; lo necesario e importante es que conozca cada una, y en cierto modo viva, los de las otras. De ahí que cuando esto falta, cada clase o gremio pierde la sensibilidad hacia el resto de clases o gremios -no percibe su contacto y presión alrededor- creyéndose así, que sólo ella existe, que ella es “un todo”. Este es el particularismo de clase –o gremial- que es síntoma mucho más grave de descomposición que los movimientos de secesión étnica y territorial, porque como ya se ha dicho, clases y gremios son partes de un todo –cuerpo nacional- en un sentido más radical que los núcleos étnicos y políticos.
En definitiva Ortega concluye que la vida social española ofrece un extremado ejemplo de este atroz particularismo, y afirma que: “Hoy es España, más bien que una nación, es una serie de compartimentos estancos”. España Invertebrada. Así es como se estructura o articula –más bien, así se no-articula- nuestra nación. Cada clase y cada gremio vive herméticamente cerrado dentro de sí mismo. No siente la menor curiosidad por lo que acaece en el recinto de los demás, sino que cada uno está polarizado en sus tópicos gremiales, así, las ideas, emociones y valores creados dentro de un núcleo profesional o clase no trascienden lo más mínimo a los restantes. El intento de transmisión de energía de un punto a otro es casi imposible. Ortega incide en que: “Difícil será imaginar una sociedad menos elástica que la nuestra, es decir, difícil será imaginar un conglomerado humano que sea menos una sociedad”. España Invertebrada. De hecho, el filósofo madrileño trae a colación con respecto a todo ello, a modo de ejemplo, una actitud que seguramente le es familiar al lector hoy, y que ya se daba a principios del siglo XX. Aunque el autor menciona diversos gremios, cierto es que resalta uno muy significativo que hemos querido señalar. Dice Ortega: “Se dice que los políticos no se preocupan del resto del país. Esto, que es verdad, es, sin embargo, injusto, porque parece atribuir exclusivamente a los políticos pareja despreocupación. La verdad es que si para los políticos no existe el resto del país, para el resto del país existen mucho menos los políticos.”España Invertebrada.
2.EL CASO DEL GRUPO MILITAR.
Antes de dar paso al ejemplo, Ortega advierte que todo lo que va a decir sobre este grupo sirve para todas las demás profesiones y/o gremios. He aquí, un caso preciso en el que resalta la necesidad de interpretar dinámicamente la convivencia nacional, de comprender, que sólo la acción, la empresa, el proyecto de ejecutar grandes cosas, es lo que da regulación, estructura y cohesión al cuerpo colectivo. Dicho esto por tanto, pasamos a ocuparnos del caso del grupo militar. Nuestro autor afirma que un ejército no puede existir cuando se elimina del horizonte, de la perspectiva, la posibilidad de una guerra -al igual que, la idea de que el útil va a ser un día usado es necesaria para cuidarlo y mantenerlo a punto-. Por tanto, sin guerra, o posibilidad de contienda del tipo que sea, no hay manera de moralizar, sustentar la disciplina y garantizar la eficacia de un ejército. Tener un ejército y no admitir la posibilidad de que actúe es una contradicción gravísima, cuestión que según el filósofo madrileño, han pensado y sentido en secreto todos los españoles desde 1900. Ahora bien; ¿Por qué?:
Ortega nos explica que, debido al fracaso a todos los niveles de las guerras colonial e hispanoyanqui, el ejército quedó muy desmoralizado disolviéndose en la gran masa nacional, cuya voluntad, con una inconcebible unanimidad, adoptó la actitud inquebrantable de jamás entrar en más empresas bélicas .Una vez resuelto por expreso deseo de la voluntad colectiva española -en la que se asienta el antimilitarismo y el pacifismo, que el autor entiende pero no comparte- que no habría guerras, era inevitable que las demás clases y gremios se desentendieran del ejército, perdiendo toda sensibilidad para el mundo militar. Por ello, éste quedo aislado, desnacionalizado, sin trabazón con el resto de la sociedad e interiormente disperso. Así la reciprocidad se hace inevitable, perdiendo los militares también -al quedarse aislados- toda sensibilidad hacia el resto de clases y gremios, germinando entre los individuos de nuestro ejército una funesta suspicacia hacia políticos, intelectuales, obreros...El ejército se plegó sobre sí mismo hermetizándose con respecto a toda influencia social del ambiente circundante y cultivando los gérmenes del PARTICULARISMO.
Ahora bien, en 1909 una operación colonial lleva a Marruecos parte de nuestro ejército y, precisamente, ese pacifismo y antimilitarismo de la opinión pública -que calificará esa empresa como “Operación de policía”- es el que despertó el espíritu gremial de nuestro ejército, formándose de nuevo su conciencia de grupo -evidentemente sin unirse al resto de clases- produciéndose así la cohesión gremial por ese sentimiento de rechazo. Por tanto Marruecos hizo del alma dispersa de nuestro ejército un puño cerrado moralmente dispuesto para el ataque. Desde este momento el ejército, desarticulado de las demás clases sociales -al igual que éstas lo están entre sí- y sin respeto hacia ellas, vive una permanente inquietud por gastar sus energías acumuladas sin tener una empresa, un envite en el que hacerlo. ¿No era la inevitable consecuencia de todo este proceso que el ejército cayese sobre la nación misma y aspirase a conquistarla[2]? se pregunta Ortega. Según él: “Todo tenía que concluir en aquellas jornadas famosas de julio de 1917. En ellas, el ejército perdió un instante por completo la conciencia de que era una parte, y sólo una parte, del todo español. El particularismo que padece, como todos los gremios y clases, y de que no es más responsable que lo somos todos los demás, le hizo sufrir el espejismo de creerse solo y todo”. España Invertebrada.
En definitiva, he aquí una historia que se puede contar de casi todas las partes orgánicas de España. Todos los gremios, clases, grupos, partes… han pasado por momentos en los que, perdida la fe en la organización nacional, y embotada su sensibilidad para los demás grupos fraternos, ha creído que su misión consistía en imponer directamente su voluntad. Dicho de otro modo: Todo particularismo conduce inexorablemente a la ACCIÓN DIRECTA.
Próximo post: España Invertebrada. Primera Parte. Particularismo y acción directa. Acción Directa.
[1] Especialmente en nuestra historia “reciente”. Advierta el lector que cuando Ortega escribe esta obra todavía no ha estallado la Guerra Civil Española.
[2] ¡No olvide el lector que está leyendo unas páginas escritas y publicadas a principios de 1921! [Nota agregada en la cuarta edición, de 1934].
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