miércoles, 20 de marzo de 2013

España Invertebrada. Segunda Parte. La magia del "debe ser".

En las entradas anteriores veníamos desarrollando el análisis de la relación que Ortega establece entre los conceptos de “masa” y “aristocracia”o minoría excelente-; en lo que sigue, daremos un paso más en nuestro caminar por esta "España Invertebrada”, y señalaremos una serie de matices muy importantes en dicho análisis, en relación con el concepto de “debe ser” introducido en el anterior post. La cuestión de las relaciones entre aristocracia y masa suele plantearse desde hace dos siglos bajo una perspectiva ética o jurídica. Es decir,  el filósofo madrileño piensa que la discusión es, si la constitución política desde un punto de vista moral o de justicia, debe ser o no, aristocrática. En lugar de analizar previamente las condiciones ineludibles de la realidad -“lo que es”-, se procede a dictaminar cómo deben ser las cosas, esto es, “como debe ser” la realidad  -constituyendo éste un problema clásico de la historia de la filosofía-.
De acuerdo con Ortega, éste ha sido el “vicio” de todo espíritu llamado “Liberal” o “Democrático”, “Radical” o “Progresista”. No podemos concebir mentalmente una sociedad sin vicios, sin imperfecciones, dotada de perfecciones formales tales a las de un polígono. Esta suplantación de lo real por lo abstractamente deseable es considerado por el autor como un síntoma de puerilidad[1]. No basta que algo sea deseable para que sea realizable y, lo que es aún más importante, no basta que una cosa se nos antoje deseable para que lo sea en verdad. Porque no hay duda, ese “DEBE SER” – inventor del progresismo- que,  desde el siglo XVIII pretende operar mágicamente sobre la historia, es por lo pronto, un debe ser parcial. Ahora bien, aquí la cuestión que se plantea Ortega es la siguiente: ¿Por qué ocurre esto? A juicio del filósofo madrileño, ese debe ser se entiende como la perfección moral y jurídica de la sociedad, por tanto, esa expresión normativa queda reducida sólo a esa significación moral y jurídica, dejándose de lado otros aspectos importantes por más extraños que parezcan.
Por ello, cuando se elucubra el tipo más perfecto de sociedad que debe sustituir a las actuales, sólo se incluyen en él mejoras éticas y jurídicas, dejando fuera todas las cuestiones que son moralmente indiferentes, cuando estas cuestiones que la moral no tiene en cuenta son de una importancia superlativa para la existencia de la sociedad.”¿Es que no hay también para la solución de ellas una norma, un debe ser, bien que exento de significación ética o jurídica?”se pregunta Ortega. El debe ser del moralista, del jurista, es pues, un debe ser parcial, fragmentario, insuficiente. Así lo expresa el autor: [“¿No tiene el labrador un ideal de campo, el ganadero un ideal del caballo, el médico un ideal del cuerpo? De estos ideales, ajenos a moral y derecho, los cuáles no son más que la imagen de aquellos seres en su estado de mayor perfección, emanan normas expresivas de cómo deber ser este campo, este caballo, este cuerpo humano.”]…[¿No es sospechosa una ética que al dictar sus normas se olvida de cómo es en su íntegra condición el objeto cuya perfección pretende definir e imperar?”]España Invertebrada. En definitiva, Ortega y Gasset considera que, solo debe ser lo que puede ser, y sólo puede ser, lo que se mueve dentro de las condiciones de lo que es, es decir, dentro de las condiciones de la realidad. De hecho afirma: “Fuera deseable que el cuerpo humano tuviese alas como el pájaro; pero como no puede tenerlas, porque su estructura zoológica se lo impide, sería falso decir que debe tener alas”. España Invertebrada.
  Toda sentencia de cómo deben ser las cosas presupone la fiel observación de su realidad. Por tanto, desde el punto de vista ético o jurídico no se puede construir el “ideal” de una sociedad. Esta es la gran aberración de los siglos XVIII y XIX. Con la moral y el derecho solos, no podemos ni siguiera asegurar que una utopía social sea plenamente justa.[2] Una sociedad antes que justa, tiene que ser sana, esto es, tiene que ser una sociedad. Antes que el derecho y la moral con sus esquemas de lo que debe ser, tiene que hablar el buen sentido con su intuición de lo que es.  Por lo tanto, de acuerdo con Ortega, la discusión sobre la aristocracia es absurda."La cuestión está resuelta desde el primer día de la historia humana: una sociedad sin aristocracia, sin minoria egregia, no es una sociedad". Habrá que rechazar pues, insiste el filósofo, las éticas mágicas y aceptar la única aceptable, que por cierto, Píndaro resumió en su ilustre imperativo: “llega a ser lo que eres”. Seamos en perfección lo que imperfectamente somos por naturaleza. Si sabemos mirarla, toda realidad nos muestra su defecto y su norma, su pecado y su deber.

Próximo post: Conceptos de "ejemplaridad" y "docilidad".




















[1] En las características de la infancia, considera Ortega y Gasset, se da una genial ceguera para cuánto hay de vicioso y desagradable en la realidad, de modo que sólo percibe sus porciones gratas y amables.
[2]  Porque al olvidarnos de analizar con sumo respeto la realidad, comenta Ortega, propendemos ligeramente a declarar indebidas muchas cosas que poseen un profundo sentido moral. Así se ha deducido frívolamente que son injustas las diferencias jerárquicas, sin las cuáles no hay sociedad que pueda nacer ni persistir.

1 comentario:

  1. Sobre la cuestión de la aristocracia se me ocurre que son los creadores de derecho, de reglas (que algunos creerían seguirían de manera privada - lo que es imposible), pero que por la naturaleza del derecho de la regla, de la norma al final puede ser seguida por cualquiera, hasta por los más tontos. El ejemplo más claro de esto es la cuestión de la selección de los bienes que se tornan dinero, lo son porque los más avispados y perspicaces lo hacen lo practican, pero al final no pueden prohibir que los demás lo hagan o que incluso lo hagan a su manera (el Estado puede verse de este modo, como los aristócratas que les jode que la masas hagan lo mismo que ellos)

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