Con el presente post titulado“Imperativo de selección”, daremos por finalizada la exposición del corpus central de “España Invertebrada”. Como ya mencionamos en entradas anteriores, este punto del libro junto con el anterior “La ausencia de los mejores”, constituyen en mi opinión, los apartados fundamentales de la citada obra de Ortega y Gasset. En este último apartado, el filósofo madrileño pone sobre el tapete una serie de conclusiones que se desprenden del análisis que ha llevado a cabo a lo largo de la obra, esto es, aporta cohesión y da, por tanto, sentido, a las diversas ideas que ha ido pincelando en “España Invertebrada” acerca del problema tratado. Señala las verdaderas causas del mismo e incluso propone ciertas medidas para su posible solución, aunque vagas y no profundiza en las mismas, ya que estamos ante una cuestión histórica muy compleja que no depende, evidentemente, de ningún análisis teórico por más lúcido que éste sea – más bien, bosquejo de algunos pensamientos históricos, como reza el subtítulo del libro-. La gran importancia de esta obra radica en la fineza y precisión de su diagnóstico.Y para finalizar con la exposición de la obra, en lo sucesivo, expondremos un tercer bloque de la misma: los apéndices. En ellos el filósofo madrileño habla de algunos temas relacionados en mayor o menor medida con la temática desarrollada a lo largo de la misma; ahora bien, sea cuál sea su grado de relación, indudablemente estamos ante una serie de textos que, aunque breves, son de sumo interés, y vienen a completar un excelente ensayo.
El punto de partida de Ortega en este apartado es la constatación de un nuevo clima histórico en Europa que anuncia la inminente llegada del final de la Edad Moderna. Los principios ideológicos y prácticos modernos comienzan a perder su vigor como estimulantes vitales porque tal vez ya se han exprimido todo lo que se podían exprimir[1]. Es decir, que el juego de la existencia individual como colectiva se va a regir por reglas diferentes, y por tanto, para triunfar se necesitaran dotes y destrezas diferentes a las del pasado. Las grandes potencias que fructificaron enormemente en el citado período por poseer un carácter afín con los problemas y principios modernos –Alemania, Francia, Inglaterra- comenzarán a decaer, y será por tanto, la oportunidad perfecta para que los pueblos “menores” – pueblos como España, en los que no arraigó prácticamente la Modernidad- instauren su vida según su “carácter”. Respecto a ello Ortega y Gasset es optimista, considera pues, que las circunstancias son excelentes para que España intente rehacerse. Ahora bien se pregunta el filósofo madrileño: ¿Tendrá voluntad para ello? La respuesta del autor ya no es tan optimista: “Yo no lo sé. La fisionomía que nuestra nación presenta a la hora en que estas páginas se escriben es esencialmente equívoca y problemática”. España Invertebrada.[2]
Por tanto, Ortega conviene ordenar según su gravedad, los males de España –expuestos a lo largo de la obra- en tres estratos, a saber: En el primer estrato, es decir, en el más superficial, nos encontramos con la CAPA SOMERA en la que tenemos los errores y abusos políticos, los defectos de las formas de gobierno, el fanatismo religioso y la llamada “incultura”…porque no son verdaderos males o más bien, son males superficiales. Estos no tienen realmente importancia, existen y se dan, pero es un error de perspectiva histórica atribuirles gran significación en la patología nacional. En segundo lugar, en un estrato más profundo, se hallan todos LOS FENÓMENOS PARTICULARISTAS de disgregación, disociación, separatismo…que en serie ininterrumpida han llenado los últimos siglos de nuestra historia, y que hoy día –se refiere a la época en la que escribe la obra- , reducida la existencia española al ámbito peninsular –con la pérdida absoluta de las colonias en 1900- han cobrado una agudeza extrema. Estos fenómenos profundos de disociación constituyen verdaderamente un problema grave, pero aún así, no son el mal radical. Más que causas son “resultados de”. Y por último, nos encontramos con el núcleo, el tercer estrato, el más profundo y dónde se halla la raíz del problema. Esto es, dicha raíz de la descomposición nacional está, como es lógico, en el ALMA MISMA DE NUESTRO PUEBLO. La norma histórica, de acuerdo con el autor, dice que los pueblos degeneran por defectos íntimos y no tanto por accidentes externos, y en el caso español se cumple. El destino vital de una nación -como de una persona- depende en definitiva de cuáles sean sus sentimientos radicales y las propensiones afectivas de su carácter.
Hay por tanto tendencias sentimentales, simpatías y antipatías que influyen decisivamente en la organización histórica por referirse a las actividades mismas que crean la sociedad. De hecho Ortega afirma que: “Así, un pueblo que por una perversión de sus afectos, da en odiar a toda individualidad selecta y ejemplar por el mero hecho de serlo, y siendo vulgo y masa se juzga apto para prescindir de guías y regirse por sí mismo en sus ideas y en su política, en su moral y en sus gustos, causará irremediablemente su propia degeneración. En mi entender, es España un lamentable ejemplo de esta perversión.” España Invertebrada. Ahora bien, si la raza o razas peninsulares hubiesen producido gran número de personalidades eminentes, geniales contemplativamente o prácticamente, es posible que tal abundancia hubiera bastado a pesar de la indocilidad de las masas. Pero no ha sido así, y éstas, entregadas a una perpetua subversión vital -más amplia y grave que los problemas políticos- desde hace siglos, no han hecho más que deshacer, desarticular, desmoronar y triturar la estructura nacional. La colectividad española en lugar de aspirar hacia los hombres ejemplares, y así mejorar cada generación, ha hecho todo lo contrario. El tipo de hombre español lo ha ido desmedrando, siendo cada día más tosco, dueño de menores energías, entusiasmos y arrestos hasta llegar a una pavorosa desvitalización[3]. En definitiva, el filósofo madrileño considera como causa fundamental de todos nuestros males: “La rebelión sentimental de las masas, el odio a los mejores y la escasez de éstos es la verdadera razón del gran fracaso hispánico”. España Invertebrada.
Llegados a este punto del apartado, Ortega, aunque con mucha cautela, esboza una propuesta de cambio para así, poder comenzar a resolver algunos de los problemas más graves que arraigan en el alma misma de nuestro pueblo. Con respecto a ello advertiremos que el autor, aun reconociendo la desoladora realidad española, es de algún modo, relativamente optimista. Por tanto considera que, si España quiere cambiar su suerte, si quiere curarse tiene que curar en lo más hondo de sí misma esa radical perversión de los instintos sociales. Pero las masas movilizadas en sentido subversivo contra las minorías selectas no oyen a quien les predica las normas de disciplina; es por ello por lo que el filósofo madrileño afirma: “Es preciso que fracasen totalmente para que en sus propias carnes laceradas aprendan lo que no quieren oír. Hay, pues, un momento en que las épocas de disolución, las edades kali[4], hacen crisis en el corazón mismo de las multitudes. El odio a los mejores parece agotarse como fuente maligna, y empieza a brotar un nuevo hontanar afectivo de amor a la jerarquía, a las faenas constructoras y a los hombres egregios capaces de dirigirlas.” España Invertebrada. Ahora bien se pregunta:” ¿Han llegado a este punto de espontáneo arrepentimiento las masas españolas? ¿Se inicia en ellas, subterráneamente, la conciencia clara de su propia ineptitud y el generoso afán de suscitar minorías excelentes, hombres ejemplares?” Y responde: “Quien mire hoy, serenamente el paisaje moral de España hallará, sin duda, algunos síntomas que cabe interpretar en este favorable sentido; pero tan esporádicos y débiles, que no cabe depositar en ellos demasiada esperanza.”España Invertebrada.
Ante todo ello, Ortega no sabe qué puede pasar; considera que tal y como está la situación, el cariz espiritual de España puede variar en meses, años, décadas… o puede que no. Tiene sus dudas acerca de si el estado de invertebración rebelde, de dislocación va a prolongarse indefinidamente, o que por el contrario, se puede producir una conversión radical de los sentimientos en una dirección afirmativa, creadora, ascendente. Es decir, que por más cambios políticos, mutación en las formas de gobierno, leyes novísimas que se sucedan, todo será perfectamente ineficaz si el temperamento del español medio no hace un viraje sobre sí mismo y convierte su moralidad. Es más, el filósofo madrileño piensa que en esa época de cambio –cabe recordar que empieza el apartado señalando que la modernidad se agota-, si esa conversión se produce, España puede en breve tiempo restaurarse, porque la sazón histórica es inmejorable –en su tiempo-. No obstante, ¿Cuál es la condición suma para ello? Esta no es otra que el reconocimiento de que la misión de las masas es seguir a los mejores en vez de pretender suplantarlos en todo orden y porción de la vida. De este modo el autor considera que:”Donde menos importaría la indocilidad de las masas, es en política, por la sencilla razón de que lo político no es más que el cauce por dónde fluyen las realidades substantivas del espíritu nacional.” España Invertebrada. Precisamente dónde más importancia se le da, esto es, en política, es dónde menor atención hay que prestar a esa indocilidad de las masas.
Por el contrario, Ortega considera que dónde más importa que la MASA SE SEPA MASA, y por tanto, sienta el deseo de dejarse influir, de aprender, de perfeccionarse, es en los órdenes más cotidianos de la vida, en su manera de pensar sobre las cosas de que se habla en las tertulias y se lee en los periódicos, en los sentimientos con que se afrontan las situaciones más vulgares de la existencia. En España afirma el filósofo madrileño: “… ha llegado a triunfar en absoluto el más chabacano aburguesamiento. Lo mismo en las clases elevadas que en las ínfimas rigen indiscutidas e indiscutibles normas de una atroz trivialidad, de un devastador filisteísmo[5]. En todo instante y ocasión la masa de los torpes aplasta cualquier intento de mayor fineza”. España Invertebrada. El autor insiste en prestar atención a “LAS CONVERSACIONES ESPAÑOLAS” [6], es decir, advertía en las tertulias españolas –refiriéndose a las conversaciones de las clases superiores y especialmente a las de la alta burguesía- que cuando por azar tomaba parte en ellas un hombre inteligente, acababa por avergonzarse de sí mismo, y no saber dónde meterse. Aquellas damas y varones burgueses asentaban con tal firmeza e indubitabilidad sus continuas necedades, se hallaban tan sólidamente instalados en sus inexpugnables ignorancias, que cualquier palabra aguda, precisa y elegante, sonaba a algo absurdo, descortés, incluso grotesco. Así lo expresa Ortega: “Y es que la burguesía española no admite de que existan modos de pensar superiores a los suyos, ni que hay hombres de rango intelectual y moral más alto que el que ellos dan a su estólida existencia.”[7] España Invertebrada.
En definitiva, concluiremos haciendo especial hincapié en que -y con ello damos por finalizada la exposición en el blog del corpus central de la obra-, de acuerdo con Ortega, si España quiere resucitar es preciso que se apodere de ella un formidable apetito de todas las perfecciones. La gran desdicha de la historia española ha sido la carencia de minorías egregias y el imperio imperturbado de las masas. Por ello debería orientar y gobernar los espíritus españoles el imperativo de selección: “Porque no existe otro medio de purificación y mejoramiento étnico que ese eterno instrumento de una voluntad operando selectivamente. Usando de ella como de un cincel, hay que ponerse a forjar un nuevo tipo de hombre español. No basta con mejoras políticas, es imprescindible una labor mucho más profunda que produzca el afinamiento de la raza.” España Invertebrada. En lo sucesivo expondremos los apéndices de “España Invertebrada”, ya que sin la exposición de los mismos, consideramos que la tarea que nos hemos propuesto en este blog respecto a la obra de Ortega y Gasset, quedaría de esta forma, incompleta.
Próximo post: Apéndices. Apéndice I: “Concepto de Señorío”.
[1] Ortega comenta que: "Sin negar que se produzcan innovaciones radicales puede decirse que los cambios históricos son principalmente cambios de perspectiva: lo que ayer ocupaba el primer plano en la atención humana, queda hoy relegado a un segundo plano, sin que por esto desaparezca totalmente. Así, de los principios “modernos”, sobrevivirán muchas cosas en el futuro; pero lo decisivo es que dejarán de ser “principios”, centros de la gravitación espiritual." España Invertebrada.
[2] Meditando sobre nuestra fisionomía podemos interpretarla en dos sentidos contrarios, uno optimista y otro pesimista. Ahora bien, la contradicción no proviene de nuestra inteligencia, de nuestros juicios o sentimientos sobre los hechos, sino de los hechos mismos, ellos son los equívocos piensa el filósofo madrileño.
[4] Para la correcta comprensión de este término, léase la entrada titulada: Epocas “kitra” y épocas “kali”.
[5] Filisteo, se dice de alguien de espíritu vulgar, carente de conocimientos y sensibilidad artística o literaria.
[6] La conversación es el instrumento socializador por excelencia, y en su estilo vienen a reflejarse las capacidades de la raza. De acuerdo con Ortega, la conversación es un protofenómeno de la historia.
[7] De este modo, piensa el autor, se ha ido estrechando y rebajando el contenido del alma española hasta tal punto de que nuestra vida entera parece hecha a la medida de las cabezas y sensibilidad de las señoras burguesas. Ortega espera que las nuevas generaciones venideras, con respecto a este punto se comporten con la mayor intransigencia, y que reviertan el tono de las conversaciones, del trato social y de las costumbres hasta un grado incompatible con el cerebro de las señoras burguesas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario