jueves, 18 de abril de 2013

España Invertebrada. Segunda Parte. La ausencia de los mejores III -Tercera parte-.

Iniciaremos el presente post –tercero y último del apartado “La ausencia de los mejores”- retomando las preguntas con las que comenzamos la anterior entrada y a las que no dimos respuesta en la misma, a saber: ¿Por qué Ortega y Gasset considera tan importante el hecho de que en España no hubiese habido prácticamente feudalismo? ¿En qué sentido y hasta qué punto influyó negativamente en los destinos de nuestro “pueblo”? A continuación el filósofo madrileño nos explica el por qué de la  influencia negativa de la presencia de los visigodos en la península para que no hubiese habido prácticamente feudalismo en España –o no hubiese habido un feudalismo mucho más fuerte y arraigado-, y que se antoja  clave para comprender el problema que el autor aborda en la obra: “España”.
Ortega considera que la acción personal de los señores “feudales” germanos  -explicada en el anterior post-  ha sido el cincel que esculpió las nacionalidades occidentales. Cada cual organizaba su señorío, lo saturaba de su influjo individual. Luchas, amistades, enlaces con los señores colindantes fueron produciendo unidades territoriales cada vez más extensas, hasta formarse los grandes ducados.  El rey, que originariamente era el primero entre los iguales, siempre aspira a debilitar a esta minoría poderosa; y para ello se apoya en el “pueblo” y en las “ideas romanas”. En ciertas épocas parecen los “señores” vencidos y el unitarismo monárquico-plebeyo-sacerdotal triunfa; no obstante el vigor de los señores francos se recupera y reaparece a poco la estructura feudal. Por ello, quién juzgue que la fuerza de una nación consiste sólo en su unidad considerará pernicioso el feudalismo. Pero la unidad, sólo es definitivamente buena cuando unifica grandes FUERZAS PREEXISTENTES, esto es: “Hay  una unidad muerta, lograda merced a la falta de vigor en los elementos que son unificados”. España Invertebrada.
Por ello es un gravísimo error suponer que fue un bien para España la debilidad de su feudalismo. Es decir - y volviendo a la comparación iniciada en el anterior post entre Francia y España, y para ser más exactos entre Francos y Visigodos que ejemplificaba claramente la cuestión-, en Francia hubo muchos y poderosos señores feudales, lograron saturar de nacionalización hasta el último átomo de masa popular, plasmarlo históricamente. Pero para ello fue necesario que durante siglos el cuerpo social francés viviese totalmente disociado en innumerables moléculas, las cuales, conforme llegaban a una madurez de cohesión interior, se trababan en texturas más complejas y amplias hasta formar las provincias, los condados, los ducados. El poder de los“señores” francos defendió ese necesario pluralismo territorial contra una prematura unificación en reinos. Sin embargo los visigodos, que llegan ya extenuados, degenerados  -casi en su totalidad civilizados por los romanos[1]-, no poseen esa minoría selecta, y la llegada de los árabes los barre de la península. Cuando la marea musulmana cede, entonces se forman reinos con monarcas y plebe, pero sin suficiente minoría de nobles, de “señores”. Es más, ni siquiera la llamada “RECONQUISTA” es verdadera reconquista, ya que no podemos llamar así a algo que duró ocho siglos, piensa Ortega. Hubiese habido “reconquista” si hubiese habido feudalismo de señores -de hecho, en este sentido, hay muchos casos de lujo vital y energía superabundante en las Cruzadas, verdadero ejemplo de reconquista tal y como lo considera el autor-.
 Por tanto, en la historia de España, la “anormalidad” ha sido lo normal, y esa constante es la que nos indica que la misma no puede obedecer a causas accidentales. De este modo el filósofo madrileño llega a la conclusión de que la “Historia de España” entera –“salvo fugaces jornadas” como bien dice- ha sido la “HISTORIA DE UNA DECADENCIA”, pero sólo aparentemente, como a continuación mostrará el autor. Por ello es absurdo detenerse en esta conclusión, porque si España nunca ha tenido salud, es decir, nunca ha sido  “un cuerpo vital y enérgico” - incluso en sus mejores horas- , no podemos decir que ha decaído. Sólo decae aquello que en algún momento ha gozado de vitalidad, de salud, de energía; y España a lo largo de su historia nunca gozó de tal condición.  No hemos de buscar las causas de esa decadencia porque no las hay, porque tal decadencia nunca ha existido. En cambio piensa Ortega, lo correcto es hablar de defectos de constitución, esto es, hay que buscar otro tipo de causas: “Pero si nos convencemos de que éste no fue nunca sano, renunciaremos a hablar de decadencia y a inquirir sus causas; en vez de ello, hablaremos de defectos de constitución, de insuficiencias originarias, nativas, y este nuevo diagnóstico nos llevará a buscar causas de muy otra índole, a saber: no externas al sujeto, sino íntimas, constitucionales.”España Invertebrada.  Es por ello por lo que Ortega y Gasset transfiere toda la cuestión de la Edad Moderna a la Edad Media que es la época en que España se constituye. Hay que prestar atención a la Edad Media y la generación de España, que es dónde se encuentra el secreto de los grandes problemas españoles.
Ahora bien -y aquí comenzamos con la parte fundamental del apartado “La ausencia de los mejores”-, nuestro pueblo como bien ha perfilado anteriormente Ortega, en los comienzos de su historia era un pueblo tan enérgico y capaz como Francia, Inglaterra e Italia, pero con el comienzo de la Edad Media, comienza también nuestro distanciamiento cualitativo con respecto a estas naciones y otras del continente. Como ya ha insistido el filósofo madrileño, nuestro defecto más grave es la ausencia de una minoría selecta, suficiente en número y en calidad. Pero aun es más grave que esa ausencia se diera ya desde el inicio, es decir: el hecho de que en España no hubiera feudalismo –o éste fuera muy débil-  significa que esos “señores feudales” con su concepción de la vida y su modo de organizar la sociedad, su vitalidad, fuerza y moralidad, faltaron ya en el mismo momento inaugural de nuestra génesis. Nuestra nacionalidad nació ya defectuosa,  se generó con problemas fatales que hemos arrastrado hasta nuestros días.  La escasez y debilidad de los “señores” explica la carencia de vigor que aqueja a nuestra Edad Media; pero curiosamente, y de acuerdo con el autor, también explica nuestra sobra de vigor de 1480 a 1600  el gran siglo de España, nuestras mejores horas como raza, pueblo, nación…-. Parece increíble como una nación como la nuestra, que se hallaba en estado miserable allá por 1450, pasara en apenas 50 años a convertirse en una “Prepotencia mundial” solo comparable a la Roma antigua. ¿Qué ocurrió aquí, brotó de repente en España una poderosa floración de cultura y civilización refinadas?
Evidentemente la respuesta de Ortega es negativa, ahora bien, de acuerdo con él, hay que prestar atención a un hecho excepcional y decisivo entre 1450 y 1500, que como ya se ha indicado, es consecuencia directa de esa ausencia de minoría selecta y del débil feudalismo español: acontece la unificación peninsular.  De este modo lo expresa el filósofo madrileño: “Tiene España el honor de ser la primera nacionalidad que logra ser una, que concentra en el puño de un rey todas sus energías y capacidades. Esto basta para comprender su inmediato engrandecimiento. La unidad es un aparato formidable que por sí mismo, y aun siendo muy débil quien lo maneja, hace posible las grandes empresas.” España Invertebrada. Sin embargo, la unidad por sí sola, sin fuerza ni vitalidad no perdura en el tiempo,  esto es, se puede dar una unidad muerta, que es lo que le ocurrió a España. Mientras el pluralismo feudal mantenía desparramado el poder de Francia, Alemania e Inglaterra, y un atomismo municipal disociaba a Italia, España se convierte en un cuerpo compacto y elásticocualidades fundamentales en toda nación sana-. Pero con la misma rapidez que nuestro pueblo ascendió en 1500, se produjo su descenso en 1600. “La unidad obró como una inyección de artificial plenitud, pero no fue un síntoma de vital poderío. Al contrario: la unidad se hizo tan pronto porque España era débil, porque faltaba un fuerte pluralismo sustentado por grandes personalidades de estilo feudal.” España Invertebrada.
En definitiva, la falta de  feudalismo –o su debilidad- , y que en España siempre se ha estimado como un síntoma de salud,  fue una desgracia. Y la pronta unidad nacional fue en realidad la consecuencia del anterior desmedramiento. No obstante, el filósofo madrileño considera que sí hay algo realmente “grande”, algo significativo y verdaderamente substantivo que hemos hecho: la colonización americana –que coincide con el primer siglo de la unidad peninsular-, que no su conquista –como manifiestamente se cree-; de hecho éste último acontecimiento ensombrecerá el anterior. Ahora bien, tampoco la colonización se libra de las apariencias; es decir, de que no fue llevada a cabo por LAS MINORIAS SELECTAS, sino que ese capítulo de nuestra historia fue también una obra popular[2]. En la colonización española es “el pueblo” como siempre, quien directamente, sin propósitos conscientes, sin directores, sin táctica deliberada engendra otros pueblos. Y es aquí dónde Ortega aclara el significado de una de sus tesis fundamentales en el libro, en concreto la que sirve de cabecera al blog: “Grandeza y  miseria de nuestra colonización vienen ambas de aquí. Nuestro “pueblo” hizo todo lo que tenía que hacer: pobló, cultivó, cantó, gimió, amó.  Pero no podía dar a las naciones que engendraba lo que no tenía: disciplina superior, cultura vivaz, civilización progresiva. Creo que ahora se entenderá mejor lo que antes he dicho: en España lo ha hecho todo el “pueblo”, y lo que no ha hecho “el pueblo” se ha quedado sin hacer”. España Invertebrada.  Es decir, el filósofo madrileño considera que una nación no puede ser sólo “pueblo”, además necesita de una minoría egregia –superior, excelente- .
Finalizaremos el post precisando y arrojando algo más de luz sobre la citada tesis. La ausencia de los “Mejores”, o cuando menos su escasez, actúa sobre toda nuestra historia y ha impedido que seamos una nación suficientemente normal como lo han sido otras naciones que surgieron en condiciones parejas; Alemania, Francia, Inglaterra…Por lo tanto, Ortega y Gasset apelando a Nietzsche[3] atribuye a una “AUSENCIA”  -que es en realidad una negación-  un poder de actuación positiva. Esto es, en nuestra vida no solo influyen las cosas que nos pasan, sino también,  y acaso más, las que no nos pasan. En efecto, “La ausencia de los mejores” ha creado en la “masa”, en “el pueblo”,  la ceguera para distinguir el hombre mejor del hombre peor. De hecho cuando en nuestra tierra aparecen individuos excelentes, la “masa” no sabe aprovecharlos y a menudo LOS ANIQUILA. Somos un pueblo “pueblo”, raza agrícola, temperamento rural. Porque es EL RURALISMO el signo más característico de las sociedades sin minoría eminente. Nuestra figura, gesto, repertorio de ideas y sentimientos, virtudes y vicios son típicamente rurales. Hay pueblos que quedan por siempre en ese estadio elemental de la evolución que es la aldea, por más vecindario que tenga, su espíritu es por siempre labriego. No participarán nunca en las grandes luchas históricas. Su destino es vegetativo, siempre idéntico.  Por tanto y llegados a éste punto, concluiremos la presente entrada dejando que sea el propio Ortega quien, en este apartado tan significativo de la obra,  exprese su pensamiento al respecto: “Hay pueblos labriegos, fellahs, mujiks…; es decir, pueblos sin “aristocracia”. No quiero decir con esto que deba considerarse a España como un pueblo irremediablemente fellahizado. Mejor o peor, ha intervenido en la historia del mundo y pertenece a la grey de naciones occidentales que han hecho el más sublime ensayo de gobierno universal. Pero es de alta oportunidad traer a la mente esos casos extremos de poblaciones fellahs, porque los graves e inveterados defectos de nuestra raza han tenido siempre a hacerla derivar camino de algo semejante.” España Invertebrada.[4]

Próximo post: Imperativo de Selección.


[1] Léase el anterior post para la comprensión en este contexto de “civilización”.
[2] En relación con ello y a modo de ejemplo comparativo,  cabe decir que la colonización inglesa es ejecutada por minorías selectas y poderosas. Los “señores feudales” ingleses fueron los primeros en abandonar el exclusivo oficio de la guerra –la empresa guerrera- y aceptar como faenas nobles, la empresa comercial e industrial. De este modo el guerrero se convierte en empresario, contribuyendo a crear el moderno capitalismo. Durante la Edad Media, Inglaterra era un país muy pobre, por lo que “el señor feudal” tenía que ir frecuentemente al continente en busca de botín, ello hacía que el desgaste de energías fuera mucho mayor. Por tanto la colonización inglesa fue la acción reflexiva de minorías, bien en consorcios económicos,  bien en grupos selectos que buscaban tierras donde servir mejor a Dios.
[3] Friedrich Nietzsche (1844-1900) fue un filólogo y filósofo alemán, de los más influyentes del siglo XX.
[4] Fellah es la denominación que reciben los campesinos y labradores en el Oriente próximo, y más concretamente los de Egipto y Siria. Son los agricultores arrendatarios, es decir, los que no son propietarios de la tierra. Por tanto los Fellahs, son pequeños núcleos de población de índole “tribal” y eminentemente rurales que se dedican a menesteres agrícolas.

2 comentarios:

  1. Me ha resultado interesantisimo , que grato me ha resultado comprobar que muchos de mis pensamientos son Orteguianos, sin saberlo.

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  2. Me ha resultado interesantisimo , que grato me ha resultado comprobar que muchos de mis pensamientos son Orteguianos, sin saberlo.

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