Para abordar la problemática
respecto a la democracia tal y como la plantea Gustavo Bueno, en primer lugar,
es conveniente explicar por qué dura tanto una democracia corrompida y no por qué presenta signos de corrupción unas
supuesta democracia incorruptible. Dado el supuesto de la corruptibilidad de
todos los sustratos en general –incluidos
los políticos en particular-, el análisis de la corrupción se plantea en
función de la estabilidad. Es decir, de acuerdo con el profesor Bueno, el
problema de la corrupción -de algo que
parecía eterno- y el asombro ante ello, no se produce a propósito de los
fenómenos de corrupción, sino precisamente a propósito de los fenómenos de
incorruptibilidad. El problema de la corrupción afirma el filósofo: “No es la constatación o la denuncia de la
corrupción política, cada vez más generalizada, la que se nos ofrece como un
fenómeno anómalo y paradójico que, a lo sumo, podría ser explicado mediante la
metáfora organicista de la enfermedad profunda, pero contagiosa, que puede
llegar a socavar “los principios de solidaridad, igualdad, legalidad o
confianza pública en la justicia” que se atribuyen ingenuamente, de modo
idealista, a la estructura misma de las sociedades democráticas, y no a su
ideología, y que impulsan a imponer como causa de esta enfermedad al crimen
organizado.” El fundamentalismo
democrático.
Es como si un médico dijera ante
una epidemia de, por ejemplo, peste bubónica, que ella socavará los principios
del metabolismo biológico y la confianza en el ambiente y en los alimentos que
se han utilizado comúnmente durante siglos, y que por tanto su causa es la
criminalidad organizada del sistema formado por los bacilos de Yersin[1]
y las ratas que los transportan. Es decir, metodológicamente lo que habrá que
explicar es, por un lado; por qué se mantienen durante siglos sistemas políticos que son a
todas luces corruptos -al menos en su superficie- aunque se presenten como si
fueran incorruptibles en su sustancia, y por otro lado; hasta qué punto los sistemas políticos
de la democracia suelen concebirse a sí mismos como incorruptibles –o como si “debieran ser incorruptibles” en
cuanto a fin de la historia-, sin perjuicio de su incapacidad de dar cuenta
de las corrupciones que aparecen en su curso de modo incesante, y que se
atribuyen a la falta de ética, y no a causas, ellas mismas, políticas o
económicas.
Cuando analizamos la corrupción política y en
particular la democrática desde la perspectiva de la idea materialista de
corrupción –desde la perspectiva del
materialismo filosófico de Gustavo Bueno- , lo que se nos muestra como
apariencia antes que como realidad es la incorruptibilidad de la democracia, ya
sea superficial, ya sea profunda. En definitiva, lo que constituye una
apariencia para el materialismo filosófico no son tanto las corrupciones
cotidianas derivadas de ciertos déficits corregibles –que siempre serán superficiales hasta que no se demuestre que afectan
a su estructura profunda- y sí en los supuestos casos de sistemas
incorruptibles que permiten afirmar –como
es el caso del fundamentalismo democrático-, que la democracia es la forma
perfecta de la sociedad política, el fin de la historia, y que las
llamadas corrupciones democráticas son en realidad, resultados de la acción de
principios antidemocráticos –herencia de
dictaduras o del “espíritu del capitalismo” por ejemplo- que actúan desde
el exterior o “infiltrados” en las
sociedades democráticas; y que por tanto, el remedio para combatirlas solo
puede consistir en más democracia –tal y
como muchos políticos sostienen asiduamente en sus discursos o algunos filósofos
del derecho en sus obras-.
Puesta sobre el tapete la
cuestión, conviene a continuación, responder a la pregunta: ¿Qué es una democracia? El profesor Bueno expone dos tipos de
respuesta: la tecnológica y la nematológica[2].
Esto es, para llevar a cabo el análisis de las instituciones democráticas es esencial
distinguir en las mismas entre un momento[3]
técnico y un momento ideológico.
El momento técnico o tecnológico respecto a
la democracia, por ejemplo, hace referencia a una serie de elementos como
puedan ser la práctica regulada y controlada de las elecciones de los
candidatos a concejales, diputados, ministros…mientras que al momento
ideológico y/o nematológico, pertenecerían las doctrinas acerca de la
soberanía del Pueblo, o de la incorruptibilidad intrínseca de la democracia. No obstante, por analogía, y respecto al segundo, el
momento nematológico –ideológico-[4]
de cualquier institución –sea o no
política- desborda los límites de su estricto contenido doctrinal,
ideológico, mítico o filosófico, subrayando su capacidad de influencia a lo
largo de una línea que engloba a determinados componentes ideológicos de las
instituciones. Todo ciudadano en sus
plenas facultades sabe o cree saber lo que es la democracia, ahora bien, cuando
le preguntamos a alguien ¿Qué es la democracia?, responde desde la perspectiva
nematológica antes que desde la tecnológica. Pero desde una perspectiva
ideológica que busca subrayar su importancia –“su momento”- como por ejemplo hizo Alexis de Tocqueville[5]
en su famosa obra “La democracia en
América”, concretamente en el capítulo 5 de la primera parte, en el que
afirma: “La democracia es el sistema
político caracterizado por la soberanía del pueblo”.
Es más, está claro que por su “nebulosidad” las respuestas de carácter
doctrinal están más próximas al mito o a la metafísica -sin que por ello sean necesariamente míticas o metafísicas- de lo
que puedan estarlo las respuestas de carácter tecnológico; ahora bien, ello no
significa que los contenidos tecnológicos implicados en éstas respuestas, pese
a ser más precisos y claros, sean menos “surrealistas”[6].
De hecho, tal y como apunta Gustavo
Bueno, hay gente que tiene conocimientos doctrinales muy amplios sobre la
democracia pero desconocen aspectos tecnológicos
básicos de la misma, incluso de la de su propio país –número y denominación de los partidos políticos, fechas y plazos de
las elecciones…-, al igual que, por el contrario, hay personas que tienen conocimientos
prácticos muy precisos sobre la democracia pero se desinteresan por su nematología –frecuentemente gente del aparato de un partido que se adhieren
ingenuamente a la doctrina metafísica sobre la democracia asumida por el mismo
y considerada como axiomática, esto es,
tecnócratas que no saben lo que es la democracia-.
No obstante, e independientemente de
todo ello, lo que aquí le interesa subrayar al profesor Bueno es la cuestión de
las relaciones de involucración que pueden mediar entre los momentos
tecnológicos y los momentos nematológicos de una institución o tipo de
institución dadas, en concreto, las democráticas. Por ello, aunque distingue
diferentes tipos de involucración en función de los diferentes tipos de
sociedades y/o instituciones, así como diferentes tipos de esquemas[11]
para establecer las citadas relaciones; atenderá exclusivamente por razones
metodológicas, a alguna forma del esquema de conjugación. De acuerdo
con este esquema, la involucración entre el mito y el rito es bastante profunda,
así lo constata el autor: “El mito, el
momento nematológico estaría destinado a establecer el enlace entre diversos
ritos influyentes, es decir, entre partes del rito global; y el rito serviría
también para enlazar mitos diversos (es decir, partes del mito global)
confluyentes. En función de este esquema cabe afirmar que una de las funciones
más importantes de los mitos (de las ideologías) sería descomponer los ritos a
fin de destacar alguna parte de ellos y mantener en la penumbra los restantes.
Desde este punto de vista, cabría recuperar la concepción marxista de las
ideologías como conjuntos doctrinales asumidos por un grupo social cuando se
enfrenta a otros.” El
fundamentalismo democrático.
Por tanto –evidentemente- partimos del supuesto materialista de la involucración
de las operaciones del animal humano con las percepciones y con las conexiones
de percepciones –con la experiencia-
que éste debe tener acerca del entorno en el que se desarrollan dichas
operaciones, especialmente cuando alcanzan el nivel institucional. Por ejemplo;
tal y como se señala en el libro, nuestros
antepasados los magdalenienses[12]
nómadas habían institucionalizado las rutas o caminos que seguían en las épocas
de caza de animales, porque las cartografías, itinerarios y mapas son ante todo
–en relación con las acciones físicas del sujeto que las utiliza- contenidos
nematológicos. Esto es, las bandas de cazadores magdalenienses que recorren un
sendero que les lleva al lugar en el que ciertos animales acuden a beber agua,
no solo “experimentan” los pasos que van dando, sino que van “percibiendo” la
forma de los objetos que rodean el sendero –riachuelos, charcas, la silueta
característica de un monte…-. Todas estas percepciones vinculadas entre sí en
la trama del recorrido y de su finalidad –cazar animales- junto con las ideas “fantásticas”
o nebulosas con las que pueden envolver a estos animales, constituyen el
momento nematológico gracias al cual el sendero efectivo se transforma en
camino por los sucesivos recorridos de la banda, o de otras bandas, aliadas o
enemigas.
Por tanto, aunque la nematología
no lo es todo en la institucionalización de dicho recorrido –también hay que contar con la tecnología-
, sin ella, en cambio, el camino como institución no hubiera podido
constituirse. Esto es, la nematología de una institución compleja o de un
complejo de instituciones no es, en ningún caso, un mero sobreañadido –una superestructura- a su tecnología
básica, como si ésta hubiese podido funcionar por sí sola, o pudiera seguir
funcionando una vez establecida por sí sola. De hecho el profesor Bueno afirma:
“Sin duda, muchos trozos de una
nematología k pueden haberse generado como brotes o ramificaciones
independientes de la estructura técnica básica, una vez que la institución k
está ya en marcha, pero esto no autorizaría a extender a la nematología k en
general la consideración de superestructura. A la nematología le corresponde
ante todo representar el curso global y específico implicado en las tecnologías
k, tal como ha ido decantándose en el curso de su desarrollo en el que
necesariamente ha de enfrentarse con tecnologías alternativas, convergentes o
divergentes, afines, amigas, hostiles o enemigas. Tiene también que tratar de
representar la visión que las demás instituciones de su entorno tienen de ella
misma.” El fundamentalismo
democrático.
Finalmente, concluiremos el post
afirmando que, pese a que Gustavo Bueno no responde a la cuestión fundamental ¿Qué
es una democracia?, sí señala y establece la distinción básica entre el momento
técnico –tecnológico- y el ideológico
–nematológico- de toda institución,
así como el modo en que éstos momentos se conjugan o se implican mutuamente en
la formación de las mismas, y que son elementos cruciales para el análisis y
posterior crítica que el autor realiza a la democracia como institución que es.
Con esta entrada podemos decir que el filósofo riojano, prácticamente termina
de mostrar el conjunto de herramientas de las que se sirve para llevar a cabo
la tarea que se ha propuesto. En lo sucesivo y hasta que llegue el momento de
exponer algunos de los ejemplos más importantes que desarrolla en la segunda
parte del libro, en próximos post, abordaremos las concepciones formalista y
materialista de la democracia, para terminar explicando la estrecha relación
entre la democracia y la corrupción tal y como el autor concluye en los tres
últimos capítulos de la primera parte, culminando parcialmente de ese modo, con
el objetivo de la obra.
Próximo post: Concepciones formalistas
de la democracia.
[1]La enterobacteria Yersinia pestis es un bacilo Gram negativo anaerobio facultativo y patógeno primario, del género Yersinia,
que produce en el ser humano la peste pneumónica, la peste bubónica y también la peste septicémica, aunque la última es muy poco común. El nombre del género Yersinia viene dado por su
descubridor, en 1894, Alexandre Yersin, bacteriólogo franco-suizo
del Instituto Pasteur. Originalmente, este microorganismo fue denominado Pasteurella
pestis, pero en el año 1967 fue renombrado como Yersinia
pestis en honor a su descubridor.
[2] Nema
significa “hilo de una trama”.
[3] Gustavo
Bueno no sólo utiliza aquí el término “momento”
en el sentido ordinario de unidad de tiempo –instante
por ejemplo-, sino también en el sentido genérico de “importancia de algo”.
[4]
Aunque los términos nematología e
ideología se refieren prácticamente a lo mismo, entre ellos se da una
ligera diferencia, ya que como se apunta en el texto, el momento nematológico
puede llegar a desbordar los límites de sus estrictos contenidos ideológicos o
doctrinales.
[5] La democracia en
América es un texto clásico
del pensador, político, jurista e historiador francés Alexis de Tocqueville (1805–1859) sobre la democracia en los Estados Unidos, en el que el autor analiza los
puntos fuertes y débiles de ese país. La democracia en América es
sobre todo un análisis sobre la democracia
representativa republicana, y las razones por las que había tenido tanto éxito en los
Estados Unidos, habiendo fracasado sin embargo en los restantes países de
América. Tocqueville, que estaba fascinado por la política
americana, escribió este análisis político y hereditario que fue publicado en dos partes: la
primera, en 1835, y la segunda en 1840.
[6]Gustavo Bueno cita como ejemplo a Carl Schmitt –(Plettenberg, Prusia, Imperio alemán; 11 de julio de 1888 – ibídem, 7 de abril de 1985) fue un juspublicista y filósofo jurídico alemán, adscrito a la escuela del llamado realismo
político, lo
mismo que a la teoría del orden jurídico. Escribió centrado en el conflicto social como objeto de estudio de la ciencia
política, y
más concretamente la guerra. Su obra atraviesa los
avatares políticos de su país y de Europa a lo largo del siglo XX-. Schmitt
afirma
en su obra Catolicismo y forma política:
“La imagen que tenga de Dios una sociedad
suele ir aparejada a una determinada forma política; por eso la noción de un
Dios personal lleva aparejada una forma
política personal, esto es, representativa”. De este modo, la imagen de
Dios es un contenido nematológico de esas sociedades que utilizan
tecnológicamente la forma representativa, como es el caso, especialmente de las
sociedades democráticas.
[7] Ad hoc es una locución latina que significa literalmente “para esto” .Generalmente se refiere a una solución
específicamente elaborada para un problema o fin preciso y, por tanto, no
generalizable ni utilizable para otros propósitos. Se usa pues para referirse a
algo que es adecuado sólo para un determinado fin o en una determinada situación.
En sentido amplio, ad hoc puede traducirse como «específico» o «específicamente», o «especial, especializado» también puede
considerarse equivalente a «reemplazo» o
«alternativa».
[8]
El rito pertenece al momento tecnológico de las religiones y el mito a su
momento nematológico. Aunque si bien es cierto, el momento tecnológico de las
religiones positivas –Que son el conjunto de creencias y prácticas
religiosas basadas en dogmas y manifestadas en cultos consignados dentro de una
normatividad, y que fomentan un tipo de conducta beneficiosa para la sociedad.
Por ejemplo, el judaísmo, el cristianismo, el islamismo, el budismo…- desborda
ampliamente la esfera de los ritos y a su vez, el momento nematológico el de la
esfera de los mitos. Igualmente ocurre con la distinción en el ámbito de la
teoría científica y las tecnologías que se derivan de ahí, entre práctica y
teoría.
[9]
Sir Edward Burnett Tylor (2 de octubre de 1832–2 de enero de 1917), fue un importante antropólogo inglés.
[10] Por
ejemplo, “El camino de Santiago” como
institución histórica milenaria que es, implica además de su momento
tecnológico –calzadas, vías, las marchas
y los equipos de los caminantes…- obviamente, su momento nematológico –leyendas,
mapas fantásticos, creencias…-.
[11]
Aunque resulta de sumo interés el
contenido de estos esquemas, por motivos de espacio y tiempo, nos limitaremos
únicamente a citarlos, a saber: 1) Esquemas de yuxtaposición entre mito y rito.
2) Esquemas de fusión entre mito y rito. 3) Esquemas de reducción directa del
mito al rito. 4) Esquemas de reducción inversa del rito al mito. Y por último,
en quinto lugar, la opción en la que se centrará Gustavo Bueno; Esquemas de
conjugación entre el mito y el rito.
[12]
Cultura del Paleolítico.
La cultura magdaleniense tuvo su centro en Francia suroccidental,
y en la Cordillera
Cantábrica, pero se difundió
hasta Levante y Andalucía. Duró hasta el 9000 a.C. y fue la edad de oro de la Prehistoria.
La sociedad magdaleniense basaba su economía en la caza, por
lo que su prosperidad dependía de las condiciones naturales. A finales
del Pleistoceno, la etapa interglacial se hizo más intensa, apareció
el clima mediterráneo, los grandes herbívoros emigraron hacia el norte, y los
pueblos se convirtieron en nómadas.
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