Como
ya indicamos en el anterior post, las modernas democracias son una herencia del
formalismo conjuntivo[1]
del Antiguo Régimen. Ahora bien, el profesor Bueno, sostiene que la oposición
entre las concepciones materialistas de la democracia –y de la sociedad política en general- y la concepción formalista
de la misma, no es una mera cuestión académica o taxonómica –de clasificación conceptual- , sino que
hay una correspondencia con las sociedades democráticas realmente existentes en
cuanto tecnologías políticas efectivas. Cuando el filósofo riojano considera el
formalismo democrático como herencia de la política del Antiguo Régimen, se
refiere especialmente al hecho de que se deja la capa basal – por ejemplo, la distribución de alimentos
y ropas a los pobres, la educación, los cuidados médicos a enfermos,
hospitales…- en manos de la sociedad civil, formada por particulares
–la nueva sociedad burguesa- y
especialmente por la Iglesia. Esto es;
los principales contenidos de lo que hoy llamamos Estado de bienestar –o “beneficiencia” anteriormente- quedaban al
cuidado de las economías domésticas o de la caridad eclesiástica. La capa basal
queda tanto teórica –nematológica-
como tecnológicamente segregada del Estado –orientado
a la capa conjuntiva y en menor medida a la cortical-.[2]
Tras
la reforma protestante, la Iglesia dejó de ser una agencia internacional y se
fragmentó en los diversos Estados modernos en los que esos contenidos de la capa basal siguieron confiados a las
economías particulares, pero sobre todo a las iglesias, ahora adscritas a los
territorios propios de cada Estado. Ahora bien, respecto a todo ello, nada
cambia en el Nuevo Régimen constituido tras la revolución, puesto que comienza
avanzando por la capa conjuntiva del Estado y por supuesto, atendiendo
especialmente en esta fase, a la capa cortical –las guerras defensivas de la Francia revolucionaria entre las
potencias imperiales que la rodeaban y las ofensivas llevadas a cabo más tarde
por Napoleón-. De hecho, las tres primeras generaciones de la izquierda
revolucionaria que derribaron el Antiguo Régimen –la jacobina, la liberal española y la anarquista- orientaron su
acción política y teórica principalmente hacia la capa conjuntiva, al traspaso de la soberanía real al pueblo,
dejando la capa basal al cuidado de la sociedad civil. Por tanto, la idea de democracia comenzó a extenderse, ante todo, en el
terreno conjuntivo.
Subrayada
esta cuestión, Gustavo Bueno se adentra en lo sucesivo en la exposición de la
concepción materialista. Primeramente, el filósofo nos sitúa convenientemente en el contexto del cuál va a partir: la evolución de la sociedad burguesa y su despliegue capitalista, que es lo que
determinó la consolidación de las masas de trabajadores teóricamente libres e
iguales –en el sentido de vender su
fuerza por un “salario equitativo”, resultado del reparto equitativo
establecido en ese modo de producción-. De este modo, esas masas de
trabajadores organizados políticamente obligaban a un cambio de perspectiva en
la política real –tanto en sus momentos
nematológico como tecnológico-.[3]
Dicha evolución toma direcciones que se aproximan, principalmente en el momento
tecnológico, al materialismo político; esto es, a la incorporación en cierto modo
de la capa basal a los planes y programas del Estado. Esta evolución hacia el
materialismo político podría considerarse, de acuerdo con Bueno, en tres de sus
corrientes principales que a continuación expondremos. En primer
lugar, la llamada “Derecha Socialista” de cuño hegeliano –enfrentada al anarquismo y después a la socialdemocracia y al
marxismo-; y a continuación las dos corrientes comúnmente interpretadas
como de izquierdas: la
Socialdemócrata y la Comunista
marxista-leninista en segundo y tercer lugar respectivamente.
1) La “Derecha
Socialista” de cuño hegeliano: La
concepción hegeliana[4]
del Estado sigue aferrada al formalismo conjuntivo y cortical, ahora bien, lo
hace de tal modo que, el Estado en cuanto aparece involucrado en un proceso más
amplio que no es otro que el de la evolución del Espíritu Objetivo[5] -en
sus tres fases: familia, sociedad civil y Estado- no está desvinculado de
la capa basal, sino que se apoya en ella puesto que la sociedad civil está
siempre presupuesta por el Estado, y ésta última comprende todas aquellas
instituciones orientadas a “satisfacer
las necesidades” con la riqueza –esto
es, a todo lo que tiene que ver con la defensa de la propiedad, administración
y corporaciones-. Al contrario que Marx –que
atribuye al Estado la condición de superestructura[6]-,
Hegel subordina en cuanto al fin, la sociedad civil al Estado, aunque la capa
basal sea anterior al Estado en su proceso físico y material. El Estado es el
fin de la sociedad civil. Para
Hegel el Estado es sobre todo gobierno -pero
no solo poder ejecutivo- aunque no se ocupa al hablar del mismo, de su capa
basal, que queda confiada precisamente a la sociedad civil –en parte a la Iglesia, en la medida en que ésta asume como propios los
fines del Estado-. Hegel considera artificiosa la división de poderes
atribuida a Montesquieu[7].
Por lo demás, el propio Estado hegeliano, concebido como fase superior del Espíritu objetivo, queda a su vez “envuelto” en el Espíritu absoluto, es
decir, aproximadamente en lo que hoy llamamos “Cultura” en su sentido más restringido: arte, religión y filosofía. Por tanto, el Estado hegeliano se
subordina a los “valores de la cultura”,
valores que a su vez han de entenderse como valores concordantes con los del
Estado que los promueve; en su momento por ejemplo, mediante una Kulturkampf[8] como
la que promovió Bismarck cuarenta años después de la muerte de Hegel.
2)La Socialdemocracia: Esta corriente puede considerarse de acuerdo con el
profesor Bueno, como una evolución de la “derecha
hegeliana” y se caracteriza por su eclecticismo.[9]
A continuación el filósofo –antes de
centrarse en las características específicas de esta corriente- cita algunos nombres
ilustres para mostrar la evolución de esta concepción de culto al Estado, como
por ejemplo: Louis Blanc[10]
que predicó la necesidad de contar con el Estado para llevar a cabo las
reformas sociales necesarias en materia de educación y de organización de la
industria y el trabajo; y Fernando Lassalle
[11]
–fundador de la Asociación General de los
Trabajadores Alemanes- que concebía el movimiento obrero desde el punto de
vista nacional más estrecho y cuyas ideas ejercieron gran influencia en los
congresos de Eisenach y Gotha –en los que
se fundó el Partido Socialista Obrero Alemán y se consolidó el Partido
Socialdemócrata Alemán respectivamente-. De hecho, muchos han visto en esta
concepción de la socialdemocracia nacional una prefiguración del
nacionalsocialismo de Hitler –desde la
Unión Soviética por ejemplo, esta concepción fue considerada como
“socialfascismo”-. Por otra parte, en esta línea, aunque divergente de los
nazis, se concibieron el New Deal de
Roosevelt[12], la
doctrina de Keynes[13]
y el Plan Beveridge[14] para
un Estado de bienestar.
Sin
embargo, el profesor Bueno subraya que: “…el
adjetivo “social”, que se agregó al adjetivo “demócrata” (y que en 1848[15] se
refería directamente a la república), aunque aludía desde luego a los
contenidos más propios de la capa basal, no hacía esta alusión directamente,
sino a través de los componentes sociales de la República.” El Fundamentalismo Democrático. Es
decir, la esfera económica y sus leyes propias no se consideraban en sí mismas
como determinaciones del Estado y de su proceso político, al modo del
materialismo histórico o económico[16];
se consideraban como medios para dar solución a los problemas sociales, sin
tener en cuenta que estos problemas, acaso derivaban ellos mismos de la esfera
económica. Por eso “las conjunciones
republicano-socialistas” fueron siempre artificiosas, porque la solidaridad
entre ellos sólo se mantenía contra terceros. Los socialdemócratas podrían ser
republicanos, pero éstos últimos no tenían por qué ser socialistas. En
definitiva, la concepción socialdemócrata siempre ha confiado en que el
progreso gradual y moderado dentro de cada Estado nacional podrá resolver
pacíficamente la cuestión social, pero sin olvidarse del resto de naciones
socialdemócratas y los lazos internacionales que es preciso mantener entre
ellas, confiando en la armónica sincronía entre las mismas en su común destino
hacia el socialismo. Teniendo en cuenta esto, Gustavo Bueno afirma: “Después de la Segunda Guerra Mundial, y
sobre todo después de la Guerra Fría, las democracias nacionales homologadas,
principalmente las democracias parlamentarias socialdemócratas, acentuaron en
nombre del humanismo y de los derechos humanos, las tesis de la armonía entre
las diferentes naciones democráticas y aun la inminencia de una “alianza de las
civilizaciones” “. El
Fundamentalismo Democrático.
3)El Comunismo marxista-leninista: Esta corriente incorpora explícitamente la capa basal
al Estado, pero sustituye la democracia burguesa por la dictadura del
proletariado. Es decir, fue el materialismo histórico de cuño marxista quien
afirmó la necesidad de incorporar directamente a la definición del Estado y de
la democracia la esfera económica –la
capa basal- como fundamento del propio Estado, pero en la fase de la
dictadura del proletariado. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la tesis
central del materialismo económico –en
cuanto materialismo histórico- establecía que la esfera económica tal y
como aparece en el modo de producción capitalista, feudal, esclavista…
implicaba ante todo una apropiación de los medios de producción por parte de
una determinada clase, los expropiadores que utilizaban la fuerza de trabajo de
los proletarios o expropiados. De esta doctrina no sólo se deriva la tesis de
la lucha de clases como motor de la historia, sino la del Estado como
resultante de una conspiración de los explotadores para mantener la
explotación. Esta situación aunque tuviera como escenario los territorios de
cada nación política, era una cuestión propiamente internacional, es por ello, por lo que los
comunistas consideraban que cualquier programa revolucionario debía ser a esa escala.
De
hecho Lenin[17]
consideraba que la revolución rusa de 1917 –considerada
esta nación como el eslabón más débil en la cadena formada por los Estados
capitalistas- fracasaría si los demás eslabones, empezando por Alemania, no
lograban hacer triunfar la revolución. Ahora bien, la revolución es imposible
sin contar con el Estado, pero no contando con el Estado como el fin definitivo
–al modo socialdemócrata- sino a
través de una transitoria dictadura del proletariado orientada a la extinción
del Estado en una primera “fase dolorosa
de la sociedad comunista” al igual que en su día brotó de la sociedad
capitalista “tras un largo y doloroso
alumbramiento”. Porque el derecho tal y como apunta el profesor Bueno, no
puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo histórico
de la sociedad por ella condicionada. Definitivamente,
Gustavo Bueno considera que en ese Estado final no cabría hablar de democracia,
puesto que la misma sólo tiene significación en el ámbito del Estado. Al
extinguirse el Estado, la democracia desaparece porque entre otras cosas
también desaparecerían las relaciones de igualdad o desigualdad entre los
hombres que participan en una tarea común. Y ahí, ya no regirá ninguna ley de
reparto equitativo guiado por la igualdad aritmética[18],
en todo caso para hablar de reparto equitativo habría que acudir a una
concepción de igualdad proporcional[19]
–analógica o geométrica- que, sin
embargo, se funda como toda analogía, precisamente en la desigualdad más
radical.
Por
último, y una vez expuestas las tres corrientes del materialismo político con las
que el profesor Bueno nos pone en antecedentes, vamos a exponer sucintamente la
concepción de Estado del materialismo
filosófico. Su
posición tanto frente a la socialdemocracia como frente al comunismo
marxista-leninista, implica invertir las tesis marxistas sobre el Estado, a
saber: “El Estado no es el resultado de
la lucha de clases, sino que la lucha de clases comienza con el Estado.” El fundamentalismo democrático. El
profesor Bueno considera que cada sociedad política se define precisamente por
la apropiación
de un territorio, y antes de la mencionada apropiación no existe el
derecho de propiedad, porque el derecho de propiedad aparece con el Estado. Es
decir, cualquier grupo humano extenso que se ha apropiado de un territorio,
carece de todo derecho positivo[20]
hacia ese territorio –no cabe apelar al
derecho del primer ocupante, puesto que es un derecho positivo instituido ya en
el ámbito del Estado[21]-.
Por
tanto, el territorio ocupado y sus riquezas –bosques,
ganados, tierras, subsuelo, petróleo, metales…esto es, sus recursos naturales[22]-
son la base imprescindible de toda sociedad política, es decir, SU
CAPA BASAL. El nombre tradicional de este territorio, digamos, “basal” o “tierra de los padres” es el de Patria –el territorio basal es siempre, en parte o en todo, un territorio
heredado-; por ello el “patriotismo”[23]
se refiere desde la perspectiva materialista a ese territorio basal. El grupo
ocupante se constituye como sociedad política precisamente para vivir en su
territorio y de su territorio, que se irá consolidando como tal en el
transcurso del tiempo. La patria se va haciendo en la historia, es más una idea
histórica que geográfica –al igual que le
ocurre a la de Nación política-. En función de la capa basal se irán
organizando las restantes capas del Estado, es decir, la cortical –para defenderse de los pueblos exteriores
virtuales atacantes- y la capa conjuntiva
–para administrar y regular la capa basal en función de los fines de la propia
sociedad política-.
Y
en estas regulaciones, en primer plano aparece la de los repartos interiores
del territorio ocupado: aquí es dónde surge la propiedad en sentido jurídico
estricto, como propiedad privada, y el derecho positivo a ella establecido por
el grupo social que controla la ocupación del territorio. El reparto será
desigual quedándose muchos individuos sin nada. Por lo tanto, las clases
sociales en función de la propiedad privada de los medios de producción,
surgirán de esa situación. No obstante este conflicto no anulará la condición
de dueños –sin embargo de propietarios
sí- del territorio apropiado –de la
patria-, que corresponde a los desposeídos de la propiedad. Esta es la
razón por la cual el Estado constituido en el territorio ocupado tiene
características comunes independientemente de la forma que adopte –sea oligarquía, tiranía, democracia…-
Lo decisivo aquí, es que estas formas no son separables de la Nación ni de los
territorios en los que ella subsiste, es decir, de la Patria.
Y
ya para finalizar el post, cabe señalar que el profesor Bueno -una vez expuesta su postura al respecto- concluye que la “democracia” en abstracto carece de
todo sentido. Esto es, ello equivale a definirla confinada en una capa
conjuntiva abstracta que no estaría referida a ninguna Nación. Ahora bien, la
democracia conjuntiva es preciso referirla a su capa basal y cortical, y este
punto es esencial. De acuerdo con el filósofo riojano, el auge de la ideología
formalista –en su distanciamiento
respecto de la capa basal- propia
del fundamentalismo democrático, puede estar alimentado por una voluntad de
segregación –y no un “olvido”-
respecto de la capa basal -de la Patria- a fin de alcanzar la
independencia –aun manteniéndose dentro
de las formas democrático-conjuntivas como sería el caso de cualquier partido
secesionista[24]-
o bien la alianza con potencias políticas distintas. De este modo, el
formalismo democrático deja de ser una mera teoría académica abstracta –que abstrae la capa basal y cortical,
respecto de la capa conjuntiva del Estado- y se convierte en un instrumento
ideológico orientado a separar la capa conjuntiva, no ya tanto de la capa basal
en general, sino de la capa basal que constituye el núcleo de la Nación
política cuya unidad se pretende disgregar.
Esta
es por tanto la conexión más importante que el materialismo filosófico
establece entre la capa conjuntiva de la sociedad democrática y su capa basal,
que es, como hemos dicho, el núcleo de la idea de Patria. Por ello, aunque ciertos
Estados sean democráticos según su capa conjuntiva, no por ello, podrán ser
afines o aliados en sus relaciones
mutuas. De hecho, pueden ser enemigos a muerte, enfrentándose en torno a una
capa basal de referencia, es decir, enfrentándose en defensa de sus bienes y de
su patrimonio. Quienes buscan disociar sistemáticamente la democracia de su
núcleo basal –de la tierra de los padres
o Patria- o bien están impulsados por el idealismo formalista más ingenuo –propio de jurisprudentes puros-, bien
movidos por una saña insaciable, alimentada por ideologías del corte que sean.
En el caso de España como dice Bueno, por una memoria histórica corrompida que
lleva a confundir a España, esto es, “la
Patria o tierra de los padres”, con el
franquismo. La
democracia es una modulación de la sociedad política; pero lo esencial en la
misma es la estructura de sus capas y no los “arreglos o formas conjuntivas” según las cuales se nos presenta.
Ahora bien, afirma el profesor Bueno: “…
es enteramente gratuito suponer que las diversas sociedades políticas que se
reparten muy desigualmente la Tierra formen parte de una armónicamente
preestablecida sociedad universal. También es gratuito suponer que puedan
alcanzar esa armonía a partir del “sentimiento taxonómico” de estar envueltas
por el Género humano. Incluso si todas las sociedades alcanzasen la forma de
las democracias parlamentarias, su unidad armónica no estaría asegurada. La
democracia es siempre una modalidad en equilibrio inestable no solo en el
terreno de sus realidades internas, sino también en el plano internacional.” El fundamentalismo democrático.
Próximo post: Las democracias realmente existentes como sujetos del predicado propio "corruptibles".
[1]
Concepción política que segrega las capas basal y cortical de la sociedad política, o bien las
considera única y exclusivamente a través de la capa conjuntiva, que es,
digamos, la que constituye la sociedad
política. El Estado se orienta a las capas conjuntiva -sobre
todo- y cortical –en menor medida-
y segrega por completo a la basal.
[2]
Para una correcta comprensión de los
términos capa conjuntiva, basal y cortical de la sociedad política –básicos en el post y en la concepción de
Gustavo Bueno- remitimos al lector fundamentalmente a la entrada anterior.
No obstante, en resumen, la capa conjuntiva se refiere a los tres poderes
políticos principales: ejecutivo, legislativo y judicial; la basal, a todos los
asuntos concernientes a la economía en el sentido amplio del término, y por
último la cortical, a los asuntos de política exterior.
[3]
El momento técnico o tecnológico
respecto a la democracia, por ejemplo, hace referencia a una serie de elementos
como puedan ser la práctica regulada y controlada de las elecciones de los
candidatos a concejales, diputados, ministros…mientras que al momento
ideológico y/o nematológico, pertenecerían las doctrinas acerca de la
soberanía del Pueblo, o de la incorruptibilidad intrínseca de la democracia. No
obstante, por analogía, y respecto al segundo, el momento nematológico –ideológico-
de cualquier institución –sea o no política- desborda los límites de
su estricto contenido doctrinal, ideológico, mítico o filosófico, subrayando su
capacidad de influencia a lo largo de una línea que engloba a determinados
componentes ideológicos de las instituciones.
[4] Georg
Wilhelm Friedrich Hegel (Stuttgart, 27 de agosto de 1770 – Berlín,
14 de
noviembre de 1831),
filósofo
alemán
considerado como el más importante de la corriente idealista alemana y uno de
los más influyentes en la historia de la filosofía. Recibió su formación en el Tübinger
Stift (seminario de la Iglesia
Protestante
en Wurtemberg), donde trabó amistad con el futuro filósofo Friedrich Schelling y el poeta Friedrich Hölderlin. Le fascinaron las ideas
de la Revolución Francesa, las cuáles acabó
rechazando cuando esta cayó en manos del terror jacobino. Su filosofía dialéctica
es fundamental en la historia de la filosofía, la cual tuvo un profundo impacto
en el materialismo histórico de Karl Marx.
La relación intelectual entre Marx y Hegel
ha sido una gran fuente de interés por la obra de Hegel. Derecha hegeliana: Tras la
muerte de Hegel, sus seguidores se dividieron en dos corrientes principales y
contrarias, atendiendo principalmente a la interpretación, valoración y
desarrollo de la posición de Hegel respecto a los problemas religiosos y
teológicos. Los hegelianos de derecha,
discípulos directos de Hegel en la Universidad de Berlín,
defendieron la compatibilidad entre hegelianismo y cristianismo y el
conservadurismo político de la restauración de los sistemas monárquicos tras
las guerras napoleónicas. Y por otro lado la izquierda hegeliana, que mantuvo
en un principio una interpretación panteísta, además de negar la inmortalidad
personal, pero que más tarde se volvería naturalista y ateísta. El autor más
destacado de la izquierda hegeliana fue Karl Marx; de hecho él y Engels
revolucionaron las teorías hegelianas de la sociedad y de la historia.
[5] Aunque aquí, ni pretendemos ni es posible dar una explicación
más o menos detallada, no ya de la filosofía de Hegel respecto al Espíritu,
sino siquiera respecto al Espíritu Objetivo, trataremos de señalarlo a grosso modo como recordatorio y/o
aclaración -a pesar de la dificultad que pueda entrañar Hegel incluso para los lectores versados en filosofía-. El Espíritu Subjetivo es el
espíritu individual, afincado en la naturaleza humana y en marcha continua
hacia la conciencia de su independencia y libertad. A través de los grados de
la sensación y del sentimiento, fases corporales que facilitan el acceso a la
entrada en sí mismo, el Espíritu subjetivo llega a su conciencia, al
entendimiento y finalmente a la razón. Liberado el Espíritu Subjetivo de su vinculación a la
vida natural, puesto como conciencia pura de sí mismo, se realiza en el Espíritu
objetivo en sus tres momentos: como Derecho,
como Moralidad y como Eticidad. El Derecho constituye el grado inferior de las
realizaciones del Espíritu objetivo, porque afecta únicamente a la periferia de
la individualidad: la Moralidad,
en cambio, agrega a la exterioridad de la ley la interioridad de la conciencia
moral. Pero esta interioridad, cuyo carácter subjetivo la hace inadecuada para
la plena realización del Espíritu objetivo, debe dar paso inmediato a la Eticidad, a la ética objetiva que se realiza en lo universal concreto de la familia, de la sociedad y del Estado,
síntesis de la exterioridad de lo legal y de la arbitrariedad subjetiva de lo
moral. El Estado
no es un mero protector de los intereses del individuo
como tal, de su libertad
subjetiva, sino la forma más elevada de la ética
objetiva, la plenitud de la idea moral y la realización de la libertad
objetiva. El Estado es el universal concreto, la verdadera síntesis de la
oposición entre la familia y la sociedad civil, el punto de detención y de
reposo del Espíritu Objetivo. La síntesis del Espíritu subjetivo y el objetivo
es el Espíritu Absoluto, que a
su vez se auto-despliega en la intuición
de sí mismo
como arte,
en la representación de sí mismo como religión
y en el absoluto conocimiento de sí mismo como filosofía.
[6]
La tesis básica del materialismo histórico de Marx es que, la superestructura –el Estado- depende de las condiciones económicas en las
que vive cada sociedad, de los medios y fuerzas productivas (infraestructura). La superestructura no
tiene una historia propia independiente, sino que está en función de los
intereses de clase de los grupos (clase/s
dominante/s) que la han creado. Los cambios en la superestructura son
consecuencia de los cambios en la infraestructura. Esta teoría tiene
importantes consecuencias: Por un lado, la completa comprensión
de que cada uno de los elementos de la superestructura sólo se puede realizar
con la comprensión de la estructura y cambios económicos que se encuentran a su
base. Por otra
parte, la idea de que -en última
instancia- no es posible la independencia de la mente humana, del
pensamiento, respecto de las condiciones materiales específicas en las cuales
se está inmersa la sociedad.
[7] Charles
Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de Montesquieu (Château de la Brède, 18 de enero
de 1689
- París,
10 de febrero
de 1755),
fue un cronista y pensador político francés
que vivió durante la Ilustración. Es uno de los pensadores y
ensayistas ilustrados más relevantes en especial por la articulación de la
teoría de la separación de poderes, que se da por
descontada en los debates modernos sobre el gobierno y el Estado. Su
pensamiento debe ser enmarcado dentro del espíritu
crítico de la Ilustración francesa.
[8]
El Kulturkampf - lucha
o combate cultural- fue el nombre dado por Rudolf
Virchow a un conflicto que opuso entre 1871 y 1878 al canciller
del Imperio alemán, Otto von
Bismarck, a la Iglesia católica y al Zentrum
- partido de los católicos alemanes , que era contrario a la unificación
alemana bajo hegemonía prusiana y al centralismo
bismarckiano, y era partidario de Austria, del federalismo, de los particularismos de los
Estados católicos (Baviera) y de las reivindicaciones de las minorías
nacionales (alsacianos,
polacos,
etc.)- Para
Bismarck, prusiano y protestante, el catolicismo
era un elemento extraño que amenazaba la unidad del nuevo Imperio alemán (18 de enero
de 1871). Fue esencialmente un conflicto legislativo del gobierno
en el plano
confesional contra el catolicismo
político desde el parlamento, con el apoyo de partidos tradicionalmente liberales
y anticlericales. Ideológicamente
las acciones gubernamentales tenían una base pangermanista
y anticatólica
que llevaron a una fuerte tensión a nivel jurídico-legislativo entre el secularismo
y la libertad religiosa.
[9] Modo de juzgar u obrar que adopta una postura intermedia, en lugar de
seguir soluciones extremas o bien definidas.
[10]
Louis Jean Joseph Charles Blanc (29 de octubre
de 1811,
Madrid
– 6 de
diciembre de 1882,
Cannes) fue un político
e historiador
francés.
Educado en el odio de la Revolución Francesa y alejado de las tesis
socialistas, Louis Blanc descubrió la condición obrera en Arras donde, de 1830
a 1832, fue el preceptor del hijo de un industrial propietario de una
importante fundición. Impactado por las desastrosas consecuencias sociales de
la revolución industrial, decidió volver a París para dedicarse al periodismo. Posteriormente
se vinculó a las ideas de Saint-Simon.
[11]
Ferdinand Lassalle (Breslau,
Confederación Germánica -actualmente en Polonia-;
11 de abril
de 1825
- Carouge,
Suiza;
31 de agosto
de 1864)
fue un abogado
y político
socialista
alemán
de origen judío. Durante su participación en la
revolución alemana de 1848,
por la que fue encarcelado, entabló amistad con Karl Marx.
A partir de 1860 colaboró con el movimiento obrero y los sindicatos
y fue uno de los fundadores de la Asociación
General de Trabajadores Alemanes en 1863. En 1875 durante el
congreso de Gotha
la Asociación se unió con los marxistas agrupados en el
Partido Obrero Socialdemócrata para formar el Partido Obrero Socialista de Alemania, que luego pasó a llamarse
Partido Socialdemócrata de Alemania.
Lassalle pensaba que la humanidad estaba regida por oportunidades fuera de
control del individuo, por lo que se hacía necesario que el estado tomase a su
cargo la producción y distribución a favor del bienestar social y para lograr
que los trabajadores se beneficiaran del aumento de la productividad, es
necesaria la intervención del estado a fin de proteger al débil del fuerte. Además
apoyó la idea prusiana de unificación "por
arriba" de Alemania; defendiendo a su vez a Bismarck
como el artífice para esa unión.
[12] Franklin
Delano Roossevelt (Hyde Park (Nueva York), 30 de enero
de 1882
— Warm Springs (Georgia), 12 de abril
de 1945);
fue un político, diplomático y abogado estadounidense, que alcanzó a ejercer como
el trigésimo segundo presidente de Estados
Unidos entre los años 1932 y 1945 en el que murió. Miembro del
Partido Demócrata y de la Logia "George
Washington" de masones, inició su carrera política
desde muy joven, formando parte del comité conjunto que constituye la
denominada Secretaría de Defensa de Estados Unidos,
asumiendo desde ahí –de facto- ,
todas las funciones de las Fuerzas Armadas Estadounidenses. El New
Deal –o Nuevo Trato- fue una
nueva política económica que llevó a cabo Roossevelt cuando ganó las elecciones
de 1932 para afrontar la “Gran Depresión”
que se iniciaba con la crisis de 1929. El New Deal consistió en estimular el
gasto público mediante la inversión en infraestructuras –y dando empleo, de ese modo, a muchos ciudadanos- modernizando
significativamente el país. No hay ninguna prueba de que el New Deal
tuviera eficacia en la lucha contra la crisis, que perduró hasta que Estados
Unidos movilizó su economía con la Segunda Guerra Mundial. En cambio, su
éxito es innegable en el plano social, puesto que puso en marcha numerosos
programas de ayuda social que, aunque imperfectos y experimentales fueron
claves en el futuro mejoramiento de la democracia americana.
[13] John Maynard Keynes,
primer barón Keynes (5 de junio
de 1883
– 21 de abril
de 1946)
fue un economista
británico,
considerado como uno de los más influyentes del siglo XX, cuyas ideas tuvieron
una fuerte repercusión en las teorías y políticas económicas. La principal
novedad de su pensamiento radica en considerar que el sistema capitalista no tiende al pleno empleo
ni al equilibrio de los factores productivos, sino hacia un
equilibrio que solo de forma accidental coincidirá con el pleno empleo.
La principal conclusión de su análisis es una apuesta por la intervención
pública directa en materia de gasto público
que permite cubrir la brecha o déficit
de la demanda agregada. Está considerado también como uno de los fundadores de
la macroeconomía moderna.
[14] William Henry Beveridge, primer Baron
Beveridge de Tuggal, (Rangpur, actual Bangladés, 5 de marzo de 1879 - Oxford, Reino Unido, 16 de marzo de 1963) fue un economista y político británico. Es uno de los
responsables de la creación de los planes sociales avanzados en beneficio de
los trabajadores. Se le conoce fundamentalmente por su informe de 1942, Social Insurance and Allied Services
(conocido como el "Primer informe
Beveridge") que proporcionó las bases teóricas de reflexión para la
instauración del Welfare State –Estado del Bienestar- por parte del
gobierno laborista posterior a la Segunda Guerra Mundial.
[15] Se
refiere a la revolución de 1848, en la
que se hizo popular un grito muy significativo
,inspirado en las ideas de Louis Blanc: “Vive la Republique democratique et social!”.
[16] La
concepción materialista de la historia (también conocida como materialismo histórico), es un
término acuñado por el marxista ruso Georgi
Plejánov, que alude al marco conceptual identificado por Karl Marx
y usado originalmente por él y Friedrich
Engels para comprender la historia humana. Aunque el materialismo
histórico se halla estrechamente ligado al comunismo marxista, historiadores,
sociólogos e intelectuales no ligados al comunismo marxista han tomado
elementos de aquel para elaborar sistemas y enfoques materialistas para el
estudio de la historia. El materialismo histórico investiga la sociedad humana,
tratando de hacerlo sin presupuestos ideológicos, partiendo de los individuos
empíricos y las relaciones que establecen entre ellos. A diferencia de los
enfoques que muestran al capitalismo como un sistema estático o como el producto
de una evolución "natural" del ser humano, la investigación
histórico-materialista revela su carácter histórico y por lo tanto transitorio
en el desarrollo de la humanidad. Marx y Engels aplicaron esta nueva concepción
de la historia al análisis de los hechos políticos y sociales del pasado y de
su época y a la creación de una nueva corriente del socialismo, que a la toma
de partido por el comunismo y la lucha de clases proletaria sumaba el estudio
científico de la sociedad burguesa y de la transición de ésta a la sociedad
comunista. Al explicar las revoluciones políticas y sociales por la
contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción y por la lucha de
clases, Marx y Engels combatieron tanto la visión burguesa de la
historia basada en la historia de las ideas y de los "grandes hombres" como las corrientes socialistas que
deducían la lucha por el socialismo de los ideales abstractos de Justicia,
Libertad e Igualdad.
[17] Vladímir
Ilich Lenin (Simbirsk 1870 -Gorki 1924), fue un político, revolucionario, teórico político y
comunista ruso. Líder de la facción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia, se convirtió en el principal dirigente de la Revolución de Octubre de 1917. En 1922 fue
nombrado presidente del Consejo de
Comisarios del Pueblo, convirtiéndose en el primer y máximo
dirigente de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS). Políticamente marxista,
sus contribuciones al pensamiento marxista reciben el nombre de leninismo.
Ya en el poder, Lenin procedió a aplicar distintas reformas que incluían la
transferencia del control de propiedades y tierras de manos de la aristocracia,
la antigua corona o terratenientes al Estado o a los trabajadores soviéticos.
Frente a la amenaza de una invasión por parte del Imperio
Alemán, firmó un tratado de paz que llevó a su salida de la
Primera Guerra Mundial. En 1921, el gobierno de Lenin instauró la Nueva Política Económica, que combinaba
elementos socialistas y capitalistas, iniciando el proceso de industrialización
y recuperación del país tras la guerra civil
rusa. Después de su muerte, el leninismo
dio lugar a diversas escuelas de pensamiento, entre las que se pueden citar el marxismo-leninismo y el troskismo,
de Stalin y Trotski respectivamente, que lucharon por el poder en la URSS,
ambos declarándose seguidores más fieles de Marx y Lenin que el otro.
[18] Es
la igualdad o equilibrio en el intercambio de bienes entre individuos –también llamada justicia conmutativa-. Se
trata de la igualdad particular que se da en los intercambios entre personas que
son consideradas como iguales (cada cuál debe,
por tanto, recibir tanto como da). Por ejemplo, es justa la igualdad de
trato en las relaciones comerciales si alguien vende una casa, y no se le paga
con un par de sandalias, sino con algo de igual valor. La igualdad de valor de los bienes que se
intercambian es una condición básica para que el trato pueda considerarse
justo y equitativo.
[19] La Justicia
como igualdad proporcional –tal y como
apunta Aristóteles- significa dar a cada uno lo que es suyo, o lo que le
corresponde. Lo que le corresponde a cada ciudadano tiene que estar en
proporción con su contribución a la sociedad, sus necesidades y sus méritos
personales.
[20] El
llamado “derecho natural o Iusnaturalismo”
es, de acuerdo con Bueno, un concepto metafísico. Y es una teoría ética
y jurídica (derecho)
que defiende la existencia de derechos del hombre fundados o determinados en
la naturaleza humana, universales, anteriores y superiores (o independientes) al ordenamiento
jurídico positivo y al Derecho fundado en la costumbre.
Mientras que el “derecho positivo” es
la tesis opuesta, a saber; es el conjunto de normas
jurídicas escritas,
esto es, toda la creación jurídica del órgano estatal que ejerza la función legislativa.
El derecho positivo puede ser de aplicación vigente o no vigente, dependiendo
si la norma rige para una población determinada, o la norma ya ha sido derogada
por la promulgación de una posterior. No sólo se considera derecho positivo a
la ley, sino
además a toda norma jurídica que se encuentre escrita (decretos, acuerdos, reglamentos, etc.) El concepto de derecho
positivo está basado en el iuspositivismo, que es una corriente
filosófico-jurídica que considera que el único derecho
válido es el que ha sido creado por el ser humano. El hombre ha creado el Estado y en él
ha constituido los poderes en los que se manifestará la soberanía;
el poder legislativo
es quien originariamente crea el derecho mediante las leyes.
[21]
Cualquier pueblo podrá ocupar ese territorio si le interesa, y la única razón
para no hacerlo, es la resistencia que oponga el primer ocupante. Por ello, a
medida que los grupos humanos se van asentando en territorios definidos, los
mismos, todavía no divididos en clases, se asentarán y defenderán la ocupación
de su territorio resistiendo a los terceros que también pretenden ocuparlo en nombre
de su “derecho natural” –porque realmente
les interesa-.
[22]
Comentamos anteriormente que la capa basal hacía referencia a los asuntos
económicos de la sociedad política en un sentido amplio; ahora bien, en éstas líneas puede parecer que
no es así y confundir al lector, puesto que Bueno está hablando del origen del
Estado, como un territorio ocupado con una serie de riquezas naturales; ahora
bien ¿qué es sino la economía
originariamente, si no es la gestión, administración, organización,
distribución… de los recursos naturales de un territorio dado?
[23]
En vano se pretenderá sustituir, critica Gustavo Bueno –como en el caso de Habermas (reconocido filósofo alemán
contemporáneo)- este patriotismo genuino por un patriotismo conjuntivo,
esto es, un patriotismo formalista de legistas (de personas versadas en leyes y jurisprudencia) denominado “patriotismo constitucional”, como si la
Patria resultase de la Constitución y no al contrario. Según el materialismo filosófico, la Constitución evidentemente resulta
de la Patria.
[24]
Estos partidos insisten más en su vocación democrática cuanto más se esfuerzan
por quitar importancia a la unidad basal o territorial de la Nación a la que
pertenecen. Por ejemplo, los partidos nacionalistas en España.
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