Expuestos los prólogos en entradas anteriores, en lo sucesivo, abordaremos plenamente la obra de Ortega -sin que ello signifique que los prólogos sean meramente accesorios; subrayada quedó su relevancia-. Por tanto, José Ortega y Gasset para el análisis que pretende llevar a cabo en “España Invertebrada”, tomará como ejemplo la narración de los destinos de Roma tal y como lo plantea Theodor Mommsen (1817- 1903) -historiador alemán especialista en historia de Roma- siendo éste según nuestro autor, el gran artífice y arquitecto de la “Historia de Roma” con mayor rigor científico que se haya podido construir. Ortega considera que el pueblo romano constituye un caso único en el conjunto de los conocimientos históricos: es el único pueblo que desarrolla entero el ciclo de su vida delante de nuestra contemplación, es la única trayectoria completa de organismo nacional que conocemos. Hemos asistido a su nacimiento, expansión, decadencia y extinción -otros ejemplos han sido fragmentarios a nuestros ojos, bien no los hemos visto nacer, bien todavía no han desaparecido-. Por lo que Ortega toma la “Historia de Roma” (1854-56) de Mommsen como modelo para perfilar el andamiaje conceptual de esta obra y así llevar a cabo su análisis de España. A continuación, para comenzar con la primera parte del libro -cuyo título reza: Particularismo y acción directa- expondremos los conceptos de INCORPORACIÓN Y DESINTEGRACIÓN.
1.CONCEPTO DE INCORPORACIÓN:
Mommsen considera que: “La historia de toda nación, y sobre todo de la nación latina, es un vasto sistema de incorporación”. “Historia de Roma”. Ortega afirma que el papel de este principio -fundamental- en historia, es análogo al del movimiento en física, es decir; comprenderemos bien la historia y sus fenómenos cuando tengamos una noción clara de lo que son los procesos de incorporación[1]. Con respecto a éstos, conviene señalar, que a menudo tropezamos con una propensión errónea muy extendida, procedente a su vez de otro error más elemental, a saber: Nos representamos la formación de un pueblo como el crecimiento por dilatación de un núcleo inicial, error que procede de otro que consiste en pensar que, el origen de la sociedad política -del Estado- es una expansión de la familia[2]. Es por tanto erróneo pensar, que la familia es la célula social y el Estado algo así como una familia que ha engordado. Esta idea es un lastre para el progreso de la historia, la sociología, la política…
¿Pero en qué consiste entonces el proceso de incorporación? La incorporación histórica no es dilatación de un núcleo inicial, sino que es la articulación de dos o varias colectividades distintas en una unidad superior, esto es; la organización de muchas unidades sociales preexistentes, en una nueva estructura. Incluso en la constitución de un organismo nacional, la identidad de raza no trae consigo la incorporación -aunque la favorece y facilita el proceso-. La identidad de raza no implica conexión política alguna, es falso suponer por tanto, que la unidad nacional se funda en la unidad de sangre y viceversa. La diferencia racial subraya lo que hay de específico en la génesis de todo gran Estado. Ortega ve en “La Historia de Roma” de Mommsen el más claro ejemplo de ello, concretamente, en las páginas dedicadas a las etapas decisivas de la evolución de Roma, o mejor dicho, de su progresiva incorporación, y que nuestro autor utiliza con gran precisión para ilustrar la cuestión, a saber:
Primera etapa de la evolución: Roma es primero una comuna asentada en el monte Palatino -y las siete alturas inmediatas-; es la Roma Palatina, Septimontium o Roma de la montaña. Posteriormente, esta Roma se une con otra comuna fronteriza asentada sobre la colina del Quirinal, y desde entonces, hay dos Romas: la Palatina - de la montaña- y la Quirinal -de la colina. Segunda etapa de la evolución: Ahora bien, esta Roma Palatino-Quirinal vive entre otras muchas poblaciones análogas de una misma raza latina, pero con las que no poseía conexión política alguna. Por lo que Roma tuvo que someter a las comunas del Lacio - sus hermanas de raza- por los mismos procedimientos que siglos más tarde tendría que emplear para integrar en el Imperio a gentes étnicamente diferentes como celtíberos y galos, germanos y griegos, escitas y sirios. Es decir; Roma obligó a sus hermanas del Lacio a constituir un cuerpo social, una articulación unitaria que fue la “federación latina”. El paso inmediato fue dominar a etruscos y samnitas, las dos colectividades o pueblos de raza distinta, limítrofes del territorio latino. Logrado esto, el mundo italiota es ya una unidad históricamente orgánica. Tercera etapa de la evolución, también llamada la de la colonización: Poco después, en prodigioso crescendo, todos los demás pueblos conocidos desde el Atlántico al Caúcaso, se agregan -son agregados- al torso italiano formando la estructura gigante del Imperio. Por tanto, los estadios del proceso evolutivo, o mejor dicho, incorporativo, forman una línea ascendente: Roma inicial Palatina, Roma doble Palatino-Quirinal, federación latina -pueblos del Lacio- , unidad italiota -incorporación de etruscos y samnitas-, Imperio colonial. Por tanto, tal y como apunta Ortega: “Este esquema es suficiente para mostrarnos que la incorporación histórica no es la dilatación de un núcleo inicial, sino más bien la organización de muchas unidades sociales preexistentes en una nueva estructura.” “España Invertebrada”.
Sin embargo en este punto, conviene aclarar una cuestión muy importante para evitar malas interpretaciones de la misma. Como podemos observar en el ejemplo – aunque esta puntualización no se limita exclusivamente al mismo, sino que es válido para cualquier proceso de incorporación nacional que se someta a análisis- hay que incidir en que el núcleo inicial, ni se traga todos los pueblos que va sometiendo, ni anula el carácter de unidades vitales propias que antes tenían. Entorpece en gran medida en el análisis de la realidad histórica el suponer, que cuando de los núcleos inferiores -insistimos, sean étnicamente iguales o diferentes- se ha formado la unidad superior nacional, dejan aquellos de existir como elementos activamente diferenciados. Según Ortega, eso es falso. Ahora bien, la cohesión de esos núcleos inferiores perdura, pero ahora dicha cohesión queda articulada como una parte en un todo más amplio -del organismo total resultante de la incorporación- del cuál, el núcleo inicial también es una parte más, pero gozando evidentemente, de un rango privilegiado por ser el agente de la totalización. Es decir, que la fuerza de independencia que hay en esos núcleos incorporados perdura aunque sometida, esto es, se contiene su poder centrífugo por la energía central que los obliga a vivir como partes de un todo y no como todos aparte. Y basta con que la fuerza central escultora de la nación amengüe, para que se vea automáticamente reaparecer la energía secesionista de los grupos adheridos. A modo de ejemplo -y en lugar de Roma- Ortega va introduciendo ya la cuestión española, aunque con ésta ocurre exactamente lo mismo que con Roma y los pueblos adheridos, a saber: “Lleva esta errónea idea a presumir, por ejemplo, que cuando Castilla reduce a unidad española a Aragón, Cataluña y Vasconia, pierden estos pueblos su carácter de pueblos distintos entre sí y del todo que forman. Nada de esto: sometimiento, unificación, incorporación no significan muerte de los grupos como tales grupos”. ”España Invertebrada”.
2. CONCEPTO DE DESINTEGRACIÓN:
Ahora bien, tratado el concepto de incorporación para delimitar la formación histórica de una nación, cabe decir que para nuestro autor, la propuesta de Mommsen es insuficiente para llevar a cabo tal tarea. De hecho, Ortega insiste en que la frase de Mommsen es incompleta y considera que: “La historia de una nación no es sólo la de su período formativo y ascendente: es también la historia de su decadencia”. “España Invertebrada”. Es decir, no es sólo el proceso de reconstruir las líneas de su progresiva incorporación; sino también la historia del proceso inverso, descendente, esto es, el proceso de una vasta desintegración. Por tanto para Ortega, es preciso que nos acostumbremos a entender toda unidad nacional, no como una coexistencia interna, sino como un sistema dinámico. Tan esencial para su mantenimiento es la fuerza central como la de dispersión – Ortega utiliza aquí a modo de ejemplo, una metáfora física muy clara: en los sistemas dinámicos son fundamentales para el equilibrio y/o estabilidad de los mismos, tanto la fuerza centrípeta como la centrífuga, aunque evidentemente Ortega, no está cayendo en un reduccionismo de la ciencia social a la natural-. Es decir, la energía unificadora, central, de totalización, necesita para no debilitarse de la fuerza contraria, necesita de la dispersión, del impulso centrífugo perviviente en los grupos porque de lo contrario, sin esa fuerza de estímulo, la cohesión se atrofia, la unidad nacional se disuelve, las partes se despegan, flotan aisladas y tienen que volver a vivir cada una como un todo independiente. Por ejemplo: Ortega - utilizando sus clásicas metáforas fisiológicas- considera que con respecto a esto, ocurre lo mismo que con un órgano del cuerpo humano; si no existiera la fatiga, el órgano se atrofiaría, su función ha de ser excitada, estimulada, que trabaje y se canse para que pueda nutrirse. Sin esos “daños” el organismo no funcionaria, no viviría.
[1] Según la traducción del alemán: convivencia, ayuntamiento de moradas.
[2] Lejos de ser la familia el germen del Estado, es en varios sentidos todo lo contrario, es en primer lugar, posterior al Estado y, en segundo lugar, tiene el carácter de una reacción contra el Estado. Más adelante, en la exposición del primer apéndice: Nación, región y Estado; Ortega profundiza más en este punto.
Interesante los conceptos de incorporación y desintegración. Algunas preguntas: ¿el concepto incorporación indica como se forma la sociedad política frente a una comunidad anterior? El concepto de desintegración parece indicar lo contrario. ¿Pero esta desintegración puede estar ocasionada porque el impulso de las comunidades o núcleos iniciales parece que nunca es satisfecho en sociedades más extensas?
ResponderEliminarBueno, aunque faltan datos, ya que están por publicar varios post más que vienen a completar éstos conceptos, te diré que; Ortega, siguiendo a Mommsen en este punto,respondería que sí: el proceso de incorporación indica como se forma la sociedad política a partir de un núcleo o comunidad inicial, es más, considera un error creer que la formación de una comunidad, pueblo o como queramos llamar a un núcleo humano se vea como un crecimiento por dilatación a partir de un núcleo inicial, error que proviene a su vez, según Ortega, de pensar que el Estado es una expansión de la familia. La incorporación histórica es más bien la organización de muchas unidades sociales "iniciales" preexistentes, en una nueva estructura.Hay heterogeneidad, como la propia definición de sociedad política indica. Es más, Ortega lo considera un principio tan importante en historia como lo son las leyes del movimiento en física. Ahora bien, para Ortega el concepto de incorporación va de la mano del de desintegración, si se quiere analizar con rigor la historia de una comunidad humana, o de una sociedad política determinada. El concepto de desintegración, como bien dices, "parece" indicar lo contrario, pero puede no ser así.Creo que, Ortega al concebir una "unidad nacional" o sociedad política determinada como un sistema dinámico y no simplemente como coexistencia interna, ese concepto de desintegración vendría a representar esa fuerza centrífuga de las partes incorporadas que digamos,no han sido anuladas como partes por la fuerza centrípeta del núcleo inicial y/o central que los incorpora (mayormente utilizando la fuerza,imperando, conceptos que se verán en el próximo post). Es decir, que esas partes siguen conservando ciertos hábitos y prácticas que les definian como núcleo, a pesar de quedar integrados en un todo más amplio, con los mismos hábitos y prácticas que ellos, o no.Esa desintegración creo, es una tensión necesaria en el sistema, más que desintegración, es posibilidad o potencia de. Ahora bien, la desintegración puede culminar en algo efectivo, es decir, la ruptura del todo en otras partes,o nuevas partes; o bien no, como es el caso de España. Ortega afirmaría que esa fuerza central, o parte inicial totalizadora, debe aportar un proyecto sugestivo de vida común al resto de partes y así equilibrar esa tensión de fuerzas. Si nunca es satisfecho el impulso de las partes, es porque la parte totalizadora no aporta un proyecto de vida común sugestivo para esas partes. No sé si respondo a tú pregunta Juanma, en fin. No obstante, si no has leído el libro (creo que me comentaste algo), en próximos posts se completa la información.
EliminarYo he intentado ensayar algo parecido en un post que lleva por título, La explicitación de la regla (o de la sociedad política). Ahora estoy pensando escribir otro que habría de titularese la regla explicitada, que trataría sobre la teoría, y la imposibilidad de la educación. Por eso espero que sigas contándonos lo que dice Ortega.
ResponderEliminarLo leí. Pinta bien el nuevo que piensas escribir. Esperaremos. Y no te preocupes que quedan muchas entradas interesantes de Ortega, de hecho, en un principio el blog está dedicado a exponer las ideas de España Invertebrada. Luego ya veremos que hacemos del caldo.
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