miércoles, 23 de enero de 2013

España Invertebrada. Primera Parte. ¿Por qué hay separatismo?

En el presente post, partiendo del andamiaje conceptual analizado y expuesto en las dos entradas anteriores, nuestro autor comienza aunque desde la lejanía, a observar el presente de España –y con presente de nuevo nos referimos a la época en que desarrolla la obra-. A partir de aquí se centra en la cuestión española de pleno, aunque penetra en ella gradualmente. Ortega observa que, uno de los fenómenos más característicos de la vida política española en los últimos veinte años –principios del siglo XX-  ha sido la aparición de regionalismos, nacionalismos y separatismos, es decir: movimientos de secesión étnica y territorial. Ahora bien, según Ortega una mayoría de españoles no saben cuál es la verdadera realidad histórica de estos movimientos. A continuación plantearemos la cuestión en dos partes:
1.¿POR QUÉ HAY SEPARATISMO?
 Ortega considera que para la mayor parte de la gente, el “nacionalismo” –principalmente vasco y catalán que son los más representativos- es un movimiento artificioso extraído de la nada, sin causas ni motivos profundos, que empieza de pronto hace unos cuantos años.  Según el autor, pensar así implica considerar que las partes del todo -en nuestro caso Cataluña y Vasconia-  no eran antes de ese movimiento secesionista unidades sociales distintas a Castilla, Madrid o Andalucia, sino que España era una masa homogénea sin discontinuidades cualitativas, sin diferencias interiores: “ Hablar ahora de regiones, de pueblos diferentes, de Cataluña, de Euzkadi, es cortar con un cuchillo una masa homogénea y tajar  cuerpos distintos en lo que era un compacto volumen”. España Invertebrada. De todo ello se sigue, por tanto, que hay una serie de hombres -los nacionalistas o separatistas-  que movidos por codicias económicas, por soberbias personales, envidias más o menos privadas, van ejecutando deliberadamente esta faena de despedazamiento nacional que sin ellos y su caprichosa labor, no existiría.  Es más, incide Ortega, a menudo se piensa que el único modo de combatirlos es ahogarlos por directa estrangulación: persiguiendo sus ideas, organizaciones y hombres a través de la incontrastable fuerza del poder central puesta al servicio de los centralistas”  -o unitaristas-  de esas regiones –Cataluña y Vasconia- .
Ahora bien, nuestro filósofo subraya que esto no es exactamente así, sino que estamos ante una interpretación simplista de la cuestión que ni siquiera se aproxima a la verdadera realidad histórica, de hecho Ortega afirma que: “Tengo la impresión de que el “unitarismo” que hasta ahora se ha opuesto a catalanistas y bizcaitarras, es un producto de cabezas catalanas y vizcaínas nativamente incapaces –hablo en general y respeto todas las individualidades-  para comprender la historia de España”.  España Invertebrada. Porque no nos engañemos, España es una cosa creada, hecha, forjada por Castilla, por eso sólo cabezas castellanas tienen órganos adecuados para percibir el gran problema de la España integral. Ortega cree que, si en lugar de los castellanos hubiesen sido estos unitaristas catalanes y vascos los que forjaran la España una, habrían dejado la Península convertida en una pululación de mil cantones. Porque como más adelante mostrará,  esa manera de entender los nacionalismos y, ese sistema de dominarlos, es a su vez, separatismo y particularismo, es “catalanismo y bizcaitarrismo” pero de signo contrario.
 2.CASTILLA  –PROCESO DE CREACIÓN DE ESPAÑA-:
Perfilada la respuesta -que no respondida- a la pregunta ¿Por qué hay separatismo?, a partir de aquí, Ortega  reconstruirá a modo de esbozo general -habiendo introducido como referente a Roma- el proceso incorporativo que Castilla impuso a la periferia, es decir: la génesis y creación de España como nación.
Castilla sabe mandar, sólo hay que advertir históricamente, la energía con la que sabe mandarse a sí misma, es decir; se afana por superar la tendencia al hermetismo aldeano -y rural- que impera en el resto de pueblos ibéricos. Orienta sus ánimos a grandes empresas, sin embargo, éstas requieren de amplia colaboración. Es la primera en iniciar complejos proyectos de política internacional[1]. Ahora bien, sólo en Aragón existía como en Castilla esa sensibilidad para la política internacional, pero contrarrestada con el defecto más opuesto a esa virtud: una fortísima tendencia a la suspicacia rural, un gran apego a sus peculiaridades étnicas y tradicionales. Sin embargo Castilla –principalmente- que ha mantenido una lucha fronteriza con otra civilización como los árabes, les permite descubrir su histórica afinidad con el resto de reinos ibéricos a pesar de todas las diferencias sensibles entre ellos, tal y como apunta Ortega: “La “España una” nace así en la mente de Castilla, no como una intuición de algo real  -España no era en realidad una-   sino como un ideal esquema de algo realizable, un proyecto incitador de voluntades, un mañana imaginario capaz de disciplinar el hoy y de orientarlo, a la manera que el blanco atrae la flecha y tiende el arco”. España Invertebrada. Por ello, cuando la política castellana logró conquistar para sus fines el espíritu claro de Fernando el Católico, todo se hizo posible. El genio aragonés comprendió que Castilla tenía razón, que era preciso domeñar la hosquedad de sus paisanos e incorporarse a una España mayor, a un proyecto sugestivo de vida en común. Sus pensamientos de altos vuelos sólo podían ser ejecutados desde Castilla porque sólo en ella encontraban sentido. Así se logra la unidad española, con la unión de los dos grandes reinos.
Ahora bien: ¿Con qué fin se lleva a cabo dicha unión? La unión no se lleva a cabo precisamente, con la idea de convivir juntos sin más, sino todo lo contrario, se hace para lanzar la energía española al resto del planeta, para crear un imperio aún más amplio. La unidad de España se hace para esto y por esto. Y ese gran proyecto atrae, sugestiona e incita a la unión, que funde los temperamentos antagónicos en un bloque compacto.  Así, la unidad española fue ante todo y sobre todo  la unificación de los dos grandes reinos con las dos grandes políticas internacionales que a la sazón había en la península: la de Castilla hacia África y Centro-europa y la de Aragón hacia el Mediterráneo. Por vez primera en la historia se idea una WELTPOLITIK  -Política Internacional-;  y la unidad española fue hecha para intentarla y para ensayar muchas otras grandes empresas. Ese proyecto sugestivo de vida en común y la colaboración necesaria que de ahí nace, fue lo que posibilitó el proceso de incorporación nacional.
 Por último, y para terminar con este punto que nos ocupa, Ortega utilizará los testimonios de dos hombres de garantía contrastada para precisar y justificar su tesis de un modo muy ilustrativo. El primero de ellos es  Francesco Guicciardini (1483-1540) –Escritor político del Renacimiento, historiador, estadista y diplomático en la corte de Aragón entre los años 1512-1514-   y el segundo, Nicolás Maquiavelo (1469-1527) – Filósofo político, diplomático, funcionario público y escritor del Renacimiento -.Con respecto a Guicciardini – amigo de Maquiavelo-, cabría decir que cuando fue embajador florentino en la corona de Aragón, en su “Relazione di Spagna” relata que un día preguntó  al rey Fernando: “¿Cómo es posible que un pueblo tan belicoso como el español haya sido siempre conquistado, del todo o en parte, por galos, romanos, cartagineses, moros?”…a lo que el rey contestó: “La nación es bastante apta para las armas, pero desordenada, de suerte que sólo puede hacer con ella grandes cosas el que sepa mantenerla unida y en orden”. España Invertebrada. De aquí Guicciardini sacó la conclusión de que Isabel y Fernando, gracias a que lograron esa unión y ese orden,  pudieron lanzar a España a las grandes empresas militares. Por tanto aquí, parece que la unidad es la causa y la condición para hacer grandes cosas, lo cual no es falso afirma Ortega, pero parece una verdad más honda, interesante y más valiosa  la afirmación inversa -tesis que defiende el filósofo madrileño- : la idea de hacer grandes cosas, de llevar a cabo grandes empresas, es la que engendra la unificación nacional. Ahora bien, según Ortega Guicciardini no era muy inteligente, por lo tanto para documentar con mayor rigor su tesis echa mano de la mente más preclara de la época –hablamos del Renacimiento- que no es otra que la de Nicolás Maquiavelo.  Nadie conoció mejor la política de la época como él. Su “Príncipe” es al fin y al cabo, en rigor, una meditación sobre Fernando el Católico y César Borgia. Según Ortega, el Maquiavelismo es principalmente el comentario intelectual de un italiano a los hechos de dos españoles. Así Maquiavelo explicaría con aguda sutileza a su amigo Vettori  -otro embajador florentino-  la política del astuto rey aragonés –aquí sólo reproducimos las líneas más significativas de la carta con respecto a la cuestión que nos atañe- : “[…]Este rey, como sabéis, desde poca y débil fortuna, ha llegado a esta grandeza, y ha tenido siempre combatir con Estados nuevos y súbditos dudosos[2], y uno de los modos como los Estados nuevos se sostienen y los ánimos vacilantes se afirman o se mantienen suspenso […]teniendo siempre a las gentes con el ánimo arrebatado por la consideración del fin que alcanzaran las resoluciones y las empresas. Esta necesidad ha sido conocida y bien usada por este rey […]” España Invertebrada[3]. Maquiavelo lo expone bien claro: mientras España tuvo empresas a que dar cima -crear sus fines- y se cernía un sentido de vida común sobre la convivencia peninsular, la incorporación nacional fue aumentando o no se quebrantó.
Esbozado por tanto  -aunque a grandes trazos-  el origen de España y el trasfondo substancial del mismo, urge volver a la cuestión que daba título a la entrada y cuya aclaración ha quedado aparcada; la del incesante rumor de los nacionalismos, regionalismos y separatismos en la época en la que Ortega escribe esta obra. Por tanto, la pregunta que todavía no ha sido respondida y que conviene volver a formular es: ¿Por qué hay separatismo?

Próximo post: España Invertebrada. Primera Parte. Particularismo y acción directa. Particularismo.



[1] La capacidad para la política internacional es otro rasgo de genio nacionalizador, las grandes naciones no se han hecho desde dentro, sino desde fuera, sólo una acertada política internacional, de grandes empresas, hace posible una fecunda política interior, que es siempre, a la postre, una política de poco calado.
[2]Esto es, ensaya la unificación en un Estado de pueblos por tradición independientes, de hombres que no son sus vasallos y súbditos de antiguo.
[3] La referencia de Maquiavelo utilizada por Ortega es: Opere, vol. VIII. Existe otro texto de esta carta con algunas variantes que subrayan más el mismo pensamiento.

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