viernes, 5 de abril de 2013

España Invertebrada. Segunda Parte. La ausencia de los mejores I -Primera parte-.

En los próximos cuatro post, vamos a exponer la que a mi juicio, es la parte más importante de la obra y que Ortega y Gasset titula: “La ausencia de los mejores” e “Imperativo de selección” respectivamente. Con respecto al primer punto cabe decir que estamos ante el penúltimo apartado del corpus central de "España Invertebrada", mientras que el segundo punto se corresponde con el apartado final. En esta parte se aportan las claves de la obra quedando de este modo completamente cerrada. En lo sucesivo nos centraremos en el análisis de “La ausencia de los mejores” -que desarrollaremos en tres partes-, punto en el que aparece una de las tesis fundamentales de Ortega en este libro y que sirve de cabecera al blog: “En España lo ha hecho todo el pueblo, y lo que no ha hecho el pueblo se ha quedado sin hacer”. España Invertebrada[1].  Ahora bien, antes de comenzar con tal tarea hemos de advertir al lector que, en la segunda parte de la exposición de La ausencia de los mejores, el autor introduce una "digresión" histórica fundamental para rastrear el origen del principal problema que aborda la obra -ese problema llamado España-  y alcanzar por tanto, una correcta comprensión del mismo.
De acuerdo con Ortega, para definir el carácter de una nación o de una época hay que analizar cómo se desarrollan las relaciones de sus masas con las minorías selectas dentro de ellas -anteriormente ha quedado de sobra argumentada en multitud de ocasiones por parte del autor, la importancia de tal relación-. Ejemplos en la historia hay muchos, no obstante todos no tienen cabida en el libro, por ello a continuación, el filósofo madrileño expone algunos de los que considera más oportunos y significativos para la tarea que lleva a cabo. Primeramente, por un lado, nos encontramos con la “LA CULTURA” occidental por antonomasia; la cultura griega: Hay razas que se han caracterizado por una gran abundancia de personalidades ejemplares, tras las cuales sólo había una masa insuficiente e indócil, como fue el caso de Grecia, y ese fue el origen de su inestabilidad histórica. Es decir, la nación helénica fue una industria de producir modelos en lugar de producir unos pocos “standard”  y fabricar conforme a ellos abundante mercancía humana. Genial como cultura, Grecia fue inconsistente como cuerpo social y como estado.Y por otro lado, en segundo lugar, tenemos los casos de Rusia y España que son los dos extremos de la gran diagonal europea: España y Rusia son diferentes en una gran cantidad de aspectos, pero coinciden en ser las dos razas-pueblo que padecen una evidente y perdurable escasez de individuos eminentes. En Rusia siempre ha habido una exquisita minoría -una cabeza minúscula- que actuaba sobre la vida rusa, pero de dimensiones tan exiguas en comparación con la vastedad de la raza  -una enorme masa popular- que nunca ha podido saturar de su influjo organizador el gigantesco plasma popular. Mientras que en nuestro pueblo, el rasgo más característico al respecto es la desproporción casi incesante entre el valor de nuestro vulgo y el de nuestras minorías selectas. La personalidad autónoma que adopta ante la vida una actitud individual y consciente ha sido “rarísima” en nuestro país. Es decir, aquí  en España-  lo ha hecho todo el “pueblo”, y lo que el “pueblo” no ha podido hacer se ha quedado sin hacer, considera el autor.
Ahora bien: ¿Qué quiere decir Ortega con ello? ¿Qué significa “Aquí lo ha hecho todo el pueblo, y lo que el pueblo no ha podido hacer se ha quedado sin hacer”? Dirijamos pues nuestra atención a esa oración. El filósofo madrileño considera que “el pueblo” sólo puede ejercer funciones elementales de vida, sin embargo, no puede hacer ciencia, ni arte superior, ni crear una civilización pertrecha de complejas técnicas, ni organizar un Estado de prolongada consistencia, ni destilar de las emociones mágicas de una elevada religión. De hecho en España, alguna vez ha surgido un hombre genial cuya obra aislada y abrupta –inaccesible- no ha conseguido elevar el nivel medio de la producción. Entre él, solitario individuo, y la masa llana no había intermediarios y, por lo mismo, no había comunicación, y por tanto un escaso y maltrecho influjo, por no decir ningún influjo. Aunque todo sea dicho, esos raros genios españoles han sido siempre medio “pueblo”, sin que su obra haya conseguido nunca liberarse por completo de una ganga plebeya o vulgar[2]. Uno de los síntomas que diferencian la obra ejecutada por la masa de la que produce el esfuerzo personal es la “anonimidad”. Lo popular suele ser anónimo. De hecho el arte español es maravilloso en sus formas populares y anónimas  -cantos, danzas, cerámicas…-  y es muy pobre en sus formas eruditas y personales.
Si comparamos la historia de Francia o Inglaterra -dos naciones europeas de referencia por su importancia histórica-  con la nuestra, nos daremos cuenta del carácter anónimo de nuestro pasado en contraste con la gran cantidad de personalidades de aquellas naciones. Mientras que la historia de estas naciones europeas la han hecho principalmente minorías, aquí, todo lo ha hecho la masa, bien directamente, bien por medio de su condensación virtual en el poder público, político o eclesiástico.  Así lo expresa Ortega: “[La creación individual falta casi por completo.]… [De suerte que, así como han escaseado los hombres de sensibilidad artística poderosa, capaces de crearse un estilo personal, han faltado también los fuertes temperamentos que logran concentrar en su propia persona una gran energía social y merced a ello pueden realizar grandes obras de orden material o moral.]España Invertebrada. Por tanto, y de acuerdo con el filósofo madrileño, mírese por dónde plazca, el hecho español de hoy  principios del siglo XX-, ayer y de anteayer, siempre sorprenderá la anómala ausencia de una minoría suficiente. Este fenómeno explica toda nuestra historia inclusive aquellos momentos de fugaz plenitud. Pero hablar de la historia de España es hablar de lo desconocido. Puede decirse que, afirma el autor: “Casi todas las ideas sobre el pasado nacional que hoy viven alojadas en las cabezas españolas, son ineptas y a menudo grotescas”. España Invertebrada. Ese repertorio de concepciones, no sólo falsas, sino intelectualmente monstruosas, es precisamente una de las grandes rémoras que impiden el mejoramiento de nuestra vida como pueblo, raza, nación…
Por último, y  para concluir con el presente post, anticiparemos una idea fundamental de Ortega acerca del origen del problema “España”, y que desarrollaremos en la siguiente entrada. En la misma, como ya se ha señalado anteriormente, el autor introduce una "digresión" histórica que, aunque breve, es necesaria para la comprensión del origen del citado problema, cuya causa principal se debe a la ausencia de personalidades eminentes, aunque la raíz hay que buscarla a mayor nivel de profundidad.  El filósofo madrileño no considera oportuno ahora, exponer ni siquiera sintéticamente el perfil esencial de la historia de España, sin embargo sí cree necesario tocar un punto crucial, al tiempo que radical en la misma, a saber: en España no hubo prácticamente FEUDALISMO. Siempre hemos oído que una de las virtudes preclaras de nuestro pasado consistió en que no hubo en España feudalismo. Por esta vez la opinión reiterada, piensa el autor, es en parte cierta: en España no hubo apenas feudalismo, pero esto, lejos de ser una virtud, más bien fue nuestra primera gran desgracia y la causa de todas las demás.

Próximo post: La ausencia de los mejores II -Segunda parte-




[1] Pp. 108. Ed. Alianza. Revista de Occidente en Alianza Editorial.2009.  Edición utilizada para el blog.
[2] Con “plebeya y vulgar” Ortega no se refiere a la clase social en sí misma - esos adjetivos no tienen un sentido estrictamente social-,  sino a cierta incapacidad intelectual del individuo. Si anteriormente especificábamos el sentido concreto de aristocracia en Ortega como una esfera de los “mejores” o “más capacitados” intelectualmente –influenciado por la filosofía nietzscheana-, en éste mismo sentido hay que considerar lo plebeyo o vulgar, pero de signo contrario, es decir, con ello se refiere a la esfera opuesta.

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