martes, 3 de diciembre de 2013

¿Qué es la corrupción? Análisis del concepto de corrupción. Parte IV.



En el anterior post ya indicamos que Gustavo Bueno disponía de los elementos necesarios, aunque no suficientes, para poder esbozar una teoría general de la corrupción –una ontología[1] de la corrupción-, o lo que es lo mismo, para poder reformular filosóficamente el concepto ordinario de corrupción. Por ello, a continuación, y antes de exponer la teoría sobre la idea general de corrupción que ofrece el filósofo -desde la perspectiva del materialismo filosófico[2]-, desarrollaremos los dos elementos que faltan para completar el análisis, y que se encuentran implícitos en el quinto y el sexto aspecto de indeterminación del concepto de corrupción recogidos  en la entrada dedicada a la segunda parte del análisis del citado concepto. A saber:


En cuarto lugar –cuestión que recoge con el quinto aspecto de indeterminación del concepto de corrupción-, el profesor Bueno distinguió dos modos de corrupción, en función de las vías –antagónicas- que el sustrato debe recorrer para alcanzar la condición de sustrato corrupto: corrupciones por disipación y corrupciones por condensación. Ahora bien, en este punto la pregunta que se plantea es la siguiente: ¿Hasta qué punto puede mantenerse la distinción entre estos dos modos dentro de la UNIDAD DE LA IDEA DE CORRUPCIÓN? Antes que nada, cabe ejemplificar estos dos conceptos: Respecto a la idea de corrupción por disipación, se aprecia claramente en la doctrina de Demócrito[3] sobre la desintegración de un compuesto de átomos. Esto es, al desintegrarse el sustrato compuesto en el ámbito de un espacio inmenso, pero que envuelve el conglomerado, ese complejo desaparecerá ante nosotros porque los átomos dispersos en ese espacio, por ser invisibles, intangibles, inodoros, incoloros e insípidos, no podrán afectarnos a través de nuestra experiencia sensible. No obstante, este proceso de disipación, más que un proceso de corrupción “parece” un proceso de aniquilación del sustrato, pero sólo lo parece, puesto que la aniquilación es puramente experiencial, ya que los elementos del sustrato permanecen ahí, aunque en estado invisible e intangible, por lo que ningún átomo habrá sido corrompido. Por otro lado, respecto a la idea de corrupción por condensación queda muy bien ilustrada, en nuestros días, en los procesos descritos por los físicos para dar cuenta de la formación de los “agujeros negros”. Es decir, se produce una acumulación de masas gravitatorias en un lugar tal, que el cuerpo compacto defina una superficie esférica cuyo radio se aproxime al llamado radio de Schwarzschil [4] –para la Tierra por ejemplo, el citado radio sería el de una esfera con un radio inferior a 1 cm, y en la que se concentraría toda la mas de la misma-.En este proceso la gravedad no permitiría que escaparan los rayos de luz y el cuerpo sería invisible, sin perjuicio de que pudieran constatarse en el entorno efectos gravitatorios. De este modo, no estamos ante un proceso de aniquilación, sino de transformación de un sustrato  –la Tierra- en otro, en el cual las partes formales no han tenido siquiera por qué desaparecer. Por  tanto la Tierra en este caso no se ha corrompido al comprimirse.



En quinto lugar - cuestión que recoge con el sexto aspecto de indeterminación del concepto de corrupción, y que se antoja crucial- Gustavo Bueno considera que, la idea de corrupción en general implica “el partidismo” o posicionamiento –implicación subjetiva-  de los sujetos que la conciben como tal corrupción. Es decir, el filósofo piensa que por un lado, hay una implicación entre la idea de corrupción y la perspectiva práctica -o antropocéntrica[5]-  y por otro, reconoce la dificultad de mantener la idea de corrupción desde la perspectiva puramente objetiva o especulativa[6]. Ahora bien, las disciplinas beta operatorias[7] –que tienen en cuenta las operaciones que realizan los sujetos- tratan de objetos cuya realidad no es absoluta, sino que está definida en función de los sujetos que por tanto, asumen diferentes actitudes prácticas ante los objetos de referencia. De ese modo la realidad de los objetos de las ciencias prácticas es tan efectiva como la realidad de los objetos de las ciencias llamadas por el autor “alfa operatorias” [8]–especulativas u objetivas, en las que no se tienen en cuenta las operaciones del sujeto -.Ahora bien, ¿dónde está la diferencia entre ambos tipos de ciencia? En las ciencias beta operatorias, la realidad de sus objetos está dada, no ya en la “mente” de los sujetos, sino en la relación real que estos objetos mantienen con los sujetos que “los manipulan”. Y puesto que los sujetos –que realizan operaciones, es decir, que actúan- no constituyen una clase o conjunto uniforme en general[9], sino una clase o conjunto de lo más diversificado en géneros, especies, grupos…,por tanto, la realidad de los objetos no se debe establecer aquí por la relación de tales objetos a la clase de los sujetos en general, sino por la relación de unos subconjuntos de sujetos frente a otros. De este modo, en este tipo de ciencias, los sujetos no pueden mantenerse al margen en su totalidad, sino que tendrán que “tomar partido”, implicarse y posicionarse en un subconjunto frente a los otros. 


Por ejemplo, la corrupción en sentido fuerte[10] -como pueda ser un caso de corrupción de menores- la entendemos como un proceso objetivo, no mental o subjetivo, pero cuya realidad no es absoluta puesto que está dada en función de determinados subconjuntos de sujetos capaces de tomar partido o posicionarse ante los sustratos considerados corruptos. Estos objetos se percibirán entonces como repugnantes, hediondos o fétidos, como inadmisibles, como basura –o tal vez no- cuando se trata de sustratos institucionales corrompidos por el soborno, el cohecho o la prevaricación. El hecho de que un individuo que pertenece a cualquier subconjunto de sujetos que se posicionan o “toman partido” ante un sustrato corrupto y tienda a tildarlo como basura –lo cual supone una posición estética, esto es, se posicionan en función de sus experiencias sensibles, incluso en función de sus preferencias morales-, no autoriza a concluir que el objeto corrupto sea pura apariencia, sea un contenido subjetivo-mental o bien que no exista en cuanto tal.  Lo que significa que, el hecho de que un sujeto tome partido por una opción es precisamente la constatación de esa opción, otra cosa es la determinación de las consecuencias que ese posicionamiento implique. De hecho, el profesor Bueno lo ilustra de un modo muy claro, a saber: la realidad objetiva -aun relativa al sujeto que percibe- que cabe atribuir a los sustratos corruptos es análoga a la realidad objetiva que cabe atribuir por ejemplo, a los colores, y en general a los qualia cromáticos[11]:  El físico, como sujeto humano que es, no puede percibir los qualia rojo o azul, pero independientemente de ello, lo que a él le interesa desde el punto de vista de su ciencia en esos qualia, son las diversas longitudes de onda asociadas a las radiaciones que los llamados cuerpos rojos y azules emiten. Ahora bien, eso no significa que los qualia rojo o azul sean meros contenidos de nuestra conciencia o de nuestros nervios ópticos, sino que éstos son tan objetivos y reales como las figuras que colorean –el rojo y el azul que percibo en los cuerpos de un paisaje están tan objetivamente en él como pueda estarlo el paisaje mismo-, aunque su realidad implique la percepción sensible afectación sensible de la retina ocular y de la retina occipital de los ojos.[12]
 

El sustrato corrupto por tanto, puede ser una realidad objetiva, aunque su condición  de corrupta no se constituye en la objetividad propia que considera el físico o el químico desde su ciencia   -que es la objetividad referente a objetos y relaciones concebidas como independientes de las operaciones humanas-, porque la objetividad que tiene que ver con las operaciones  humanas determinada por el sujeto práctico, es la que se hace capaz de estimar los valores biológicos, éticos, morales o políticos en cada caso. Por tanto, este planteamiento explica la razón por la cual la corrupción habría comenzado a definirse en torno a sustratos corruptos experimentados en la vida tribal o doméstica  –esto es, en la vida de grupos humanos primarios muy reducidos-  de cuyos recintos estos sustratos pudieran ser barridos o eliminados como basura. Porque ante tales sustratos primarios, la toma de partido puede considerarse determinante en los procesos de adaptación al medio. En cambio, la extensión de la idea de corrupción a los dominios más lejanos del universo –cielos, estrellas…- tendrá una génesis distinta, metafórica, literaria o mítica puesto que, aunque se aceptará como una teoría, carece de base sensible o estética y de significado práctico – con ello se refiere a que no podemos percibir su corrupción a través de los sentidos y la experiencia-. Con todo ello, y en este punto, el filósofo propone como definición de la idea o concepto de corrupción en toda su generalidad la siguiente: “La corrupción es la transformación de un sustrato aparentemente sano, según su presencia estética en el entorno del sujeto, en un sustrato que resulta ser repugnante y aun peligroso para el mismo sujeto que descubre esa transformación”. El fundamentalismo democrático.

Definitivamente, si consideramos en sí mismo un proceso de degradación cualquiera dejando de lado los efectos repulsivos que provoca en el sujeto –o en un subconjunto de sujetos frente a otros-, la transformación del sustrato dejará de percibirse como corrupción y pasará a percibirse como una fase más de la evolución del sustrato. Esto es lo que ocurre cuando en algunos casos de corrupción política se advierte que no son catastróficos, sino conservadores, porque en este supuesto la toma de partido de los subconjuntos de sujetos favorecidos –grupos de personas determinadas-  por la corrupción dejará de tener el signo de la repulsión. En todo caso la repulsión se dirigirá, no contra las instituciones corruptas, sino contra los “subconjuntos de sujetos”  que las perciben como corruptas, incluso de un modo catastrófico. 


Finalizaremos el post con un ejemplo que aporta el autor, y que sintetiza de modo muy claro todo lo comentado en este punto: el caso de un huevo podrido. Tras su cáscara aparentemente sana, similar a la de un huevo fresco, se oculta un proceso degenerativo que transforma su contenido –sustrato-  en una masa fétida y repugnante que se nos manifiesta estéticamente –esto es, se nos muestra a los sentidos-  al abrir la cáscara, considerándose como muy peligrosa en cuanto alimento. Es precisamente esta repulsión sensible –estética- la que nos mueve a tirar el huevo podrido a la basura, es decir, a alejarlo inmediatamente de nuestro entorno. Ahora bien, cuando este mismo huevo lo abrimos en un laboratorio con el fin de analizar el proceso de su transformación en sí mismo, al margen de sus efectos sobre el comensal, la idea de corrupción habrá que ponerla entre paréntesis. Ahora bien ¿quién podría en sus cabales defender, partiendo de la visión estética y “subjetiva” del huevo corrompido, su carácter apariencial o mental? Su realidad práctica y objetiva, al margen de las operaciones del sujeto, es innegable y decisiva; es más, la importancia de la percepción sensible y estimativa para la propia vida es mucho mayor que la que pueda tener la profundidad inodora de un teorema geométrico.


Próximo post: ¿Qué es la corrupción? Esbozo de una teoría acerca de la idea general de corrupción –Ontología de la corrupción-.







[1] La ontología es una rama de la filosofía que estudia lo que hay o existe, esto es, analiza las entidades que existen en la realidad y las relaciones entre ellas. En éste caso analiza la estructura real de la corrupción como entidad existente que es.



[2] Es la doctrina filosófica de Gustavo Bueno, que consiste básicamente y a grandes rasgos, en la negación de la existencia de sustancias espirituales, sin reducir el materialismo a mero corporeísmo –esto es, no todo lo material tiene porque ser corporal-, como de hecho sucede con otros materialismos. El materialismo filosófico admite la realidad de seres materiales incorpóreos: por ejemplo, la relación real -no mental- de la distancia que existe entre dos botellas de agua que están encima de una mesa es tan real como esas dos botellas corpóreas; esa distancia es material incorpórea, y nada tiene de espiritual.


[3] Demócrito de Abdera (Tracia, 460 a.C- 370 a.C). Fue un filósofo y matemático presocrático griego, considerado como el fundador, junto con su maestro Leucipo, de la corriente filosófica llamada atomismo, antecedente de la moderna teoría atómica. Defendía que toda la materia del universo es una mezcla de elementos originarios que poseen las características de la inmutabilidad y eternidad, concebidos como entidades infinitamente pequeñas, y por tanto imperceptibles para los sentidos, a los que Demócrito llamó átomos.

[4] El radio de Schwarzschild es la medida del tamaño de un agujero negro de Schwarzschild, es decir, un agujero negro de simetría esférica y estático. El tamaño de un agujero negro depende de la energía absorbida por el mismo, cuanto mayor es la masa del agujero negro, tanto mayor es el radio de Schwarzschild que viene dado por la ecuación: rs= 2GM/c2. Esta expresión fue encontrada en 1916 por Karl Schwarzschild y constituye parte de una solución exacta para el campo gravitacional formado por una estrella con simetría esférica no rotante.


[5] Desde la perspectiva de las llamadas “ciencias humanas” que, de acuerdo con Bueno, pertenecen a las llamadas –según su terminología- ciencias “beta operatorias”, ya que en éstas ciencias no podemos dejar de lado las operaciones que ejecutan los sujetos humanos.


[6] Desde la perspectiva que considera los objetos y las relaciones como independientes de las operaciones humanas, perspectiva propia de las ciencias en las que se segregan de su campo de estudio a los sujetos y sus operaciones, también llamadas por Bueno como “alfa operatorias”.


[7] Las disciplinas llamadas por Gustavo Bueno “Beta operatorias” son aquellas disciplinas científicas en cuyos campos son fundamentales para su objeto de estudio, el tener en cuenta las operaciones que realizan los sujetos. Entre ellas se encontrarían las llamadas “ciencias humanas”.


[8] Las disciplinas llamadas por Gustavo Bueno “Alfa operatorias” son aquellas disciplinas científicas consideradas como especulativas u objetivas,  y en las que, a pesar de intervenir en su realización “sujetos humanos”, no se tienen en cuenta las operaciones del sujeto en su campo de estudio. Por ejemplo: la física, la biología, la geología, la geometría… 

[9] El conjunto de los seres humanos jamás puede constituir un conjunto uniforme debido a la gran variedad de elementos diferentes que constituyen a los individuos concretos.


[10] Léase el post: ¿Qué es la corrupción? Análisis del concepto de corrupción. Parte I.


[11] Los qualia son las cualidades subjetivas de las experiencias individuales. Por ejemplo, la rojez de lo rojo, o lo doloroso del dolor. Los qualia simbolizan el vacío explicativo que existe entre las cualidades subjetivas de nuestra percepción y el sistema físico que llamamos cerebro. Las propiedades de las experiencias sensoriales son, por definición, no cognoscibles –que no se pueden conocer-  en la ausencia de la experiencia directa de ellas; como resultado, son también incomunicables. La existencia o ausencia de estas propiedades es un tema calurosamente debatido en la filosofía de la mente contemporánea.



[12] Por ejemplo, respecto a ello cabe decir que el ojo de la abeja aprecia una gama de colores diferentes a los de la gama cromática humana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario