Analizadas todas las cuestiones que recogen los diferentes aspectos de
indeterminación del concepto de “corrupción”
–expuestas en las dos entradas anteriores-,
el profesor Bueno ya se encuentra en disposición de formular una teoría
general de la corrupción desde la perspectiva del materialismo filosófico, esto
es, ya puede responder rigurosamente a una de las preguntas fundamentales para
el posterior desarrollo de la obra: ¿QUÉ ES LA CORRUPCIÓN? Ahora bien, como ya comentamos en el post
anterior, responder a dicha cuestión implicaba dejar de lado la teoría
aristotélica del hilemorfismo –esto es, el análisis dualista de la
composición de los sustratos existentes en el mundo como compuestos de materia
y forma-.[1]
Por tanto, expuestas todas las consideraciones anteriores acerca de
aquello que sea la corrupción, Gustavo Bueno concluye: “Nos arriesgamos a ofrecer aquí, a título de ensayo, un esbozo de la
ontología[2]
implicada por la idea general de corrupción, que no es una idea unívoca. Un
esbozo que, sin perjuicio de su generalidad, ha de ser capaz de situar a la
corrupción democrática en el contexto general de las corrupciones políticas,
institucionales y aun naturales –orgánicas e inorgánicas- , que están por otra
parte mutuamente involucradas.” El
fundamentalismo democrático. Un concepto ontológico de corrupción tiene
mucho de metodológico, ofreciendo de ese modo los criterios generales en
función de los cuales un sustrato –algo-
puede ser considerado corruptible. Esta idea nos sirve de guía al
aplicarla a un sustrato particular –por
ejemplo la sociedad democrática-
para conocer las razones específicas por las cuáles podemos considerar
al mismo como corruptible o corrupto. Una ontología de la corrupción o teoría
general de la corrupción, en la medida en la que se reconozcan realidades,
sustratos o entes[3]
incorruptibles, requiere establecer todos los criterios distintivos y
constitutivos de lo corruptible y de lo incorruptible –esto es, los criterios en base a los cuáles podamos responder a la
pregunta: ¿Qué es lo que se puede y qué es lo que no se puede corromper?-.
Ahora bien, estos criterios pueden ser tomados desde perspectivas muy diversas,
no obstante, el filósofo utiliza cuatro criterios muy generales para
diferenciar los entes –sustratos- corruptibles de los que no lo son, a saber:
El primer criterio es el de la
corporeidad. Lo que es
corruptible es siempre corpóreo, aunque no tiene porque ser íntegramente
corpóreo, puede serlo en parte, es decir;
puede que no sea corpóreo pero sí tenga componentes físicas no corpóreas
de la realidad, dadas en coordenadas espaciotemporales como las ondas, sean
éstas del tipo que sean. Por ejemplo, una esfera de acero es corpórea, pero lo
es en virtud de su acero, de la materia prima de la que está hecha, porque en
lo relativo a su bidimensionalidad, por ser esférica sería incorpórea. Sin
embargo, además de la corporeidad, la
idea de corruptibilidad requiere también de algo más, y eso, aun considerando
que todo lo que es corpóreo es corruptible, y por tanto, que lo incorruptible
ha de comenzar por ser incorpóreo -lo cual no significa que necesariamente
deba ser espiritual o inmaterial-. Lo incorpóreo puede ser también
material, como por ejemplo el caso de la figura bidimensional de un triángulo
rectángulo – o también sirve como ejemplo
el caso anterior de la esfera de acero, pero en lo relativo a su figura-.
El triángulo rectángulo es incorruptible, incorpóreo, intemporal, aunque se le
puede atribuir una “propiedad”
paralela a la corruptibilidad – en tanto
que implica destrucción por transformación-: la propiedad de la
degenerabilidad. Así por ejemplo, la transformación de un triángulo rectángulo –que tiene un ángulo recto, y es finito,
esto es, está cerrado- en uno
birrectángulo[4]
–que tiene dos ángulos rectos y es
infinito, o lo que es lo mismo, está abierto y dos de sus lados nunca se
cruzarán, en todo caso tenderán a hacerlo en el infinito- no podemos
considerarlo como corrupción del triángulo, sino como degeneración, es decir,
el triángulo birrectángulo no es un triángulo corrompido, sino que es un
triángulo degenerado, es la degeneración de un triángulo rectángulo. En definitiva,
aunque todo lo corrompido puede considerarse como degenerado, no todo lo
degenerado tiene que ser considerado como necesariamente corrompido.
El segundo criterio que
establece el autor es el de la interacción dinámica. De hecho afirma lo siguiente: “Para que un cuerpo sea corruptible tiene
que estar inserto interactivamente –no solo relacionalmente o geométricamente-
entre dos cuerpos. Y no solo eso: debe estar inserto con una inserción
variable, cambiante, dinámica, con interacción de fuerzas[5].”
El fundamentalismo democrático. Pero la interacción dinámica de un cuerpo
con otros cuerpos –o de las partes de un mismo cuerpo entre sí- implica el movimiento
dado en el tiempo. Porque el tiempo no es una dimensión ideal atribuible a un
supuesto cuerpo aislado en el espacio, el tiempo de un cuerpo aparece cuando él
se confronta con otros cuerpos, y especialmente con uno de ellos llamado reloj,
con el que mantiene alguna acción y reacción –sea electromagnética o luminosa.-
El tercer criterio es el de la
transformación. La
corrupción de un cuerpo en movimiento a lo largo de un intervalo de tiempo es
una TRANSFORMACIÓN, no una ANIQUILACIÓN. Porque la corrupción es
un proceso en el cual un cuerpo o una parte suya desaparece pero sin
aniquilarse, esto es, se transforma en otros cuerpos; mientras que la
aniquilación es la no existencia del cuerpo aniquilado.
Y por último, el cuarto criterio es el de los
diferentes ritmos. Aquí el
profesor Bueno afirma: “Por último, hemos de suponer que los
múltiples cuerpos –o unidades corpóreas o sustratos considerados, así como las
partes corpóreas de cada unidad corpórea- que interaccionan en el tiempo no se
mueven al unísono, según ritmos armónicos preestablecidos, tales que
permitieran un despliegue estacionario, es decir, un despliegue según
transformaciones idénticas que imiten la inmovilidad”. El fundamentalismo democrático. Los cuerpos entre sí, y las partes de los
cuerpos entre sí, no se mueven a la vez, sino con diferentes ritmos
permanentemente. Y esto es lo que determina que las interacciones de unos
cuerpos con otros –y de las partes de
cada cuerpo entre sí- puedan alterar
las proporciones requeridas para el mantenimiento de su unidad, que, por efecto
de esas interacciones, se irá disgregando y acabará corrompiéndose.
Un ejemplo muy ilustrativo aunque ciertamente paradójico que se expone
en la obra respecto a todo esto –y que
aparece en el segundo criterio, en concreto en la nota a pie de página número 5-, es el de la corrupción de la
atmósfera por el calentamiento global resultante del efecto invernadero
producido por una serie de sustancias que la contaminan. Lo paradójico del
ejemplo consiste en lo siguiente: la corrupción por contaminación desempeña a
su vez el papel de una protección ante otras corrupciones, coordenadas con
ella, como es el llamado “oscurecimiento
global”[6].
Algunos de los que han tratado este asunto afirman que este “oscurecimiento global ha enmascarado
el calentamiento global”, aunque
por la misma razón podríamos afirmar también: “…y viceversa”. De acuerdo con el profesor Bueno, en realidad lo
que ocurre es que la corrupción “calentamiento
global” tiene entre otros efectos no catastróficos, la de frenar la
corrupción derivada del “oscurecimiento
global”. Y este juego paradójico de corrupciones que frenan otras
corrupciones podríamos tomarlo como símbolo del juego que media entre las
corrupciones democráticas delictivas –que
se podría corresponder por analogía con la contaminación global- y las
corrupciones democráticas no delictivas –que se correspondería analógicamente con el
oscurecimiento global-.
En definitiva y, recapitulando todo lo expuesto hasta el momento en los
sucesivos post publicados, el término “CORRUPCIÓN” de hecho, no es UNÍVOCO, sino que tiene sentidos muy
heterogéneos, que unas veces provienen de los matices mismos de la
característica de la función que desempeñe –por
ejemplo corrupción como podredumbre, como simple descomposición, como
disgregación…- y otras veces provienen de los tipos de sustrato a los que
se aplica, esto es, a los diferentes dominios de su extensión –corrupción
de un alimento, de un idioma, de una costumbre…- Sin duda, las variaciones intensionales[7] -de significado- tienen algo que ver con el tipo de sustratos a
los que se aplica –por ejemplo, el matiz de la función[8]
corrupción por podredumbre se aplica mejor al dominio de los alimentos que al
de los idiomas-. Ahora bien, lo que está claro es que a pesar de que
algunas variaciones o matices del significado puedan aplicarse en abstracto
unívocamente a todos los dominios o
tipos de sustrato –como por ejemplo el
matiz o significado más neutro, que es corrupción como descomposición- ,
ello implica perder el matiz o significado más característico del término
corrupción como podredumbre. Sin embargo, lo cierto es que al componerse este
concepto neutro -corrupción como
descomposición- con dominios diferentes, esto es, con diferentes tipos de
sustrato al que se puede aplicar, la univocidad aquí se convierte en un estorbo
para poder percibir las diferencias: no es lo mismo la descomposición de un
alimento cuando este se pudre que la descomposición de un idioma cuando se transforma
en otro.
Ahora bien, respecto a todo ello cabe decir que, en el momento en que
vemos el concepto “corrupción” como
un concepto cuyas acepciones o significados son muy diferentes -pero
manteniendo entre ellos alguna relación- se nos presenta la cuestión de su
génesis, por lo que Gustavo Bueno se pregunta: ¿Hay alguna acepción primitiva u originaria del término “corrupción”?
¿Hay una primera acepción originaria del
término entre todos los significados heterogéneos constatados? En conclusión, establecido pues el
mencionado esbozo sobre una teoría acerca de la idea general de corrupción, el
filósofo ahora se centrará en la aplicación de esa idea a las sociedades
políticas en general y a las sociedades democráticas en particular, pero para
ello tendrá que responder a las preguntas mencionadas anteriormente y, en el
caso de que la respuesta sea afirmativa, tendrá que indagar en la cuestión de
los distintos cursos de evolución histórica del significado de la citada idea o
concepto a partir de su acepción primitiva u originaria, cuestión que abordaremos
en próximas entradas.
[1]
Por el contrario afirma el filósofo: “En su lugar se analizará cada sustrato como
el resultado de una composición de múltiples partes, insertas en diferentes
capas, que se mantienen unidas en el sustrato en virtud del equilibrio dinámico
más o menos precario entre sus mutuas interacciones y las interacciones con el
medio externo. En virtud de este equilibrio dinámico precario, ningún sustrato
podrá considerarse como incorruptible. Todo sustrato que pueda ser definido en
el universo será corruptible, total o parcialmente, sin que sea posible
establecer en general medidas de duración de los sustratos, puesto que estas
medidas solo podrán ser determinadas con referencia a las distintas clases de
sustratos.” El fundamentalismo
democrático.
[2]
La Ontología es una rama de la filosofía. Es una ciencia que estudia lo que
hay, lo que existe y las relaciones entre las entidades que existen.
[3] Es un
término filosófico fundamental, objeto de la Ontología –ciencia del ente o del ser- , utilizado para designar todo aquello
que existe o puede existir –tenga existencia real o imaginaria-.
[4] Proceso
que no vamos a explicar aquí por no considerarlo necesario.
[5]
El ejemplo al respecto que cita Gustavo Bueno es el siguiente: “… la contaminación que produce la
corrupción de la atmósfera que llamamos “calentamiento global” mediante el
efecto invernadero, implica la interacción con la atmósfera limpia -tomada como
sustrato- de las sustancias
contaminantes como el hollín, los fluorclorocarbonados, el CO2, o el
metano CH4”. El fundamentalismo democrático.
[6]
El llamado “oscurecimiento global”,
básicamente consiste en lo siguiente: Los aerosoles dispersos en el espacio
atmosférico reflejan la luz solar y producen, por tanto, un efecto de
enfriamiento que, por sí mismo, podría corromper al manto vegetal terrestre al
disminuir la tasa de evaporación. Este fenómeno fue observado a raíz de la
suspensión del tráfico aéreo en Estados Unidos durante tres días a raíz de los
atentados del 11-S.
[7]
En lógica,
filosofía del lenguaje y otras disciplinas
que estudian los signos y el significado, la intensión de una expresión
es su significado
o connotación
en contraste con la extensión de la misma, que consiste en las
entidades a las cuales la expresión se aplica. Por ejemplo, mientras que los
predicados –oraciones- "Presidente
de los Estados Unidos" y "Comandante
en Jefe de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos" tienen la misma
extensión -refieren a la misma persona-, está claro que no tienen el mismo
significado, es decir la misma intensión.
[8] Cabe
recordar que Gustavo Bueno considera la corrupción como una función en la que
la relación causal que se da es ternaria
-esto es, un efecto Y que se
produce en un sustrato H sometido a la acción de un determinante X- y no binaria (efecto-causa). Para mayor información léanse los post: ¿Qué
es la corrupción? Análisis del concepto de corrupción. Partes II y III.
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